Alberto Granados es profesor de esperanto en Teruel y ofrece hoy, a las 12 horas, una charla-debate en La Pantera Rossa junto a Pablo Conesa, organizada conjuntamente por las asociaciones de esperanto de Zaragoza y Teruel.

—Qué es y para qué sirve el esperanto.

—Es una buena herramienta para aumentar la comunicación entre los pueblos. Es un idioma muy fácil de aprender, neutral y común.

—¿Cómo es su gramática, vocabulario, ortografía y morfología?

—Tiene tres características: una ortografía y fonética bien organizadas, para que se escriba y pronuncie igual; una gramática muy simplificada, sin irregularidades o excepciones, y un vocabulario formado por las raíces internacionales más comunes y por un sistema de sufijos.

—La RAE controla la evolución del español, ¿quién vigila el esperanto?

—La Academia de Esperanto, elegida en los congresos y formada por personas muy representativas, y el diccionario, digamos, oficial, el Plena Ilustrita Vortaro o diccionario ilustrado.

—El traductor de Google lo incluye, pero ¿es una lengua digital?

—Es una lengua que se ha adaptado muy bien a las nuevas tecnologías, que es lo que estábamos esperando los esperantistas para poder comunicarnos de manera rápida. Hay muchísimas personas aisladas en lugares diversos que saben esperanto. Y es como si las nuevas tecnologías hubieran sido inventadas para promover el esperanto, porque con ellas ha renacido en los últimos años.

—¿Dónde se habla en Zaragoza?

—En Zaragoza está la asociación Esperanto Frateco, que quiere decir Hermandad, y es muy curiosa porque es la única de España anterior a la guerra civil que se mantiene abierta. Estaba controlada por un militar franquista y la respetaron. Tiene una biblioteca de unos 3.000 libros, donados por el esperantista zaragozano ya fallecido Javier Olabide. Pero on line hay muchos foros y es una maravilla chatear con vietnamitas o chinos. Como curiosidad, este año, por primera vez, se imparte como idioma a distancia en la UNED.

—¿Cuántas personas hablan en Aragón esperanto?

—En Teruel, hasta hace unos años no tenía detectado a nadie, y cuando empecé a dar clases aparecieron personas de la capital, de pueblos de la provincia y hasta de Guadalajara, que han venido a clase regularmente. Es un mundillo de, vamos a decir, lobos solitarios.

—¿Quién estudia esperanto?

—Dos tipos de personas, básicamente. Por un lado, estamos lo que tenemos intención de fomentar la comunicación internacional y favorecer la neutralidad lingüística en instituciones europeas o en la ONU. De manera que se utilice como idioma de trabajo. El inglés, que es el más usado, distingue entre nativos y hablantes de segunda categoría, por lo que no es neutral. Y por otro lado, están quienes simplemente tienen curiosidad lingüística. Yo creo que merece la pena aunque solo sea por aprender un idioma nuevo, porque es muy interesante.

—¿No son ustedes un poco frikis?

-—(Ríe) Bueno, un poco especiales sí que somos los que nos metemos a estudiar un idioma que no nos va a reportar ningún avance profesional o económico.