Su nombre, a secas, es ya una marca. Sus apellidos suman toda una historia, que comenzó en Grañén. Es un apasionado del deporte y de la moda. Y también del márketing, por supuesto. Hace unos días, recibió un homenaje por su trayectoria. 45 años de apuesta.

-En la biografía he puesto sus apellidos. Pero ni falta que hace...

-(risas) Hay mucha gente que, en lugar de Martínez Callén, me llama Alejandro Moda. Pero eso también es bonito.

-La semana pasada recibió un homenaje en la Feria, por 45 años de trayectoria.

-¡Imagínate! A mi edad, a la gente se le reconoce cuando se va a Torrero... Que lo hagan mientras estás activo es un orgullo.

-¿Sabe que es un personaje de la tierra?

-(risas) Sí, pero también que sigo siendo mis herencias. La de mi padre, Alejandro, que sellaba los compromisos con un apretón de manos. Y la de mi madre, Benita, que siempre sacaba el lado positivo.

-Ya que ha hablado de los orígenes, sigamos en Grañén, su pueblo...

-Ahí tengo aún mis amigos. Yo crecí ahí y empecé a trabajar desde crío. Iba al colegio por la noche, porque mi padre era agricultor y necesitaba ayuda. Allí aprendí un oficio, como mecánico ajustador. Con 16 años, vine a Zaragoza.

-Y antes de abrir su primer tienda, trabajó doce años en el sector de la peluquería.

-¡Con Revlon! Vendía productos a peluquerías de señoras. Y fíjate que, Alejandro es lo que es gracias a mis exclientas. Cuando abrí mi tienda, en el pasaje Goya, todas me preguntaban si iba a ser de mujer. Les dije que no, pero les pedí que me trajeran a su padre, a su hermano, a su marido... Lo hicieron cuando Pilar, que entonces era mi novia y es el amor de mi vida, y yo abrimos. Y todavía sigue siendo así. Las mujeres han sido mi baluarte.

-Luego llegaron las tiendas de Royo, Isaac Peral, AM, su firma joven. Y la tienda virtual. Nunca ha querido irse a un centro comercial.

-Y no solo me han tentado para irme sino que lo han hecho con unas condiciones excepcionales. Eso es para otro tipo de negocio. También digo una cosa: una ciudad sin luces y sin comercio no es una ciudad. Y eso sí es un aviso a navegantes.

-¿Se defiende lo suficiente al comercio de proximidad?

-No. Hace unos años, había delante de mí una tienda de hombre. Cuando cerró, alguien me dijo: «mira qué bien, menos competencia». Y yo respondí: «no, porque para que alguien compre, tengo que traerlo hasta aquí. Si lo hacemos entre dos, el esfuerzo es menos». Cuando una tienda cierra en Zaragoza, yo estoy de luto. Necesitamos un comercio fuerte y de calidad.

-Su firma es parte de su familia. Literalmente. Hace unos años, decidió dar un paso atrás y apoyarse en su equipo y sus sobrinos Juan Carlos, Vanessa y Álvaro.

-Para ganar tiempo, que es lo que no he tenido nunca. Cuando empezamos, nuestro slogan era «Alejandro. La Imagen». Ahora es «Siempre Alejandro». Yo espero que aún haya una siguiente generación. Ropa puedes comprar en muchos sitios, pero el cariño, no. Y eso es marca de la casa.

-Tiene su propio equipo de márketing. Antes de que naciera el fenómeno ‘influencers, ya traían por aquí a personajes como Jaime Cantizano, Vanessa Romero...

-Es muy importante comunicar; una inversión que merece la pena pero hay que hacer bien. Por eso, siempre tuve muy claro que una manera de llegar a la gente es el deporte, por los valores que transmite.

-Para usted el deporte es una afición...

-Sí. Y creo que el Zaragoza va a subir por fin... Y acompañado del Huesca. Y también soy sufridor del Atlético de Madrid.

-Ese mundo del deporte siempre ha estado con usted. Ha convertido a Escartín en imagen de una fragancia. Ha vestido al Real Zaragoza o al Casademont... E incluso a subido a una pasarela a Romay.

-He vestido a muchos. Ahora a gente como BVocal, que son todo generosidad. Y lo de Romay, que es aún más grande por dentro que por fuera, fue por el desfile que hicimos por los afectados por el tsunami del Sudeste Asiático. Vinieron deportistas de toda España. Cuando lo organicé hubo quien me tomó por loco. Y seguramente lo estaba (risas). Pero fue increíble.

-Con esa iniciativa logró 30.000 euros. Margarita de Borbón le entregó la medalla de Unicef. Pero ha habido muchas más. Su tarjeta solidaria, sus ‘Maletas solidarias’, ‘Agua que no has de beber’...

-Esa experiencia fue especial. Pensábamos recoger 25.000 litros y acabamos sumando 165.000. Conseguir que eso llegara al Sáhara se complicó tanto que Vanessa (Til), Álvaro (Buisán) y yo llegamos a viajar allí para asegurar la entrega.

-Desvelo un secreto: Su pasión por la agricultura.

-Eso es herencia de madre. ¡En casa tenía 300 que todos los días regaba! A mí el campo me ayuda a ser feliz. Y recuerda valores que son importantes: el esfuerzo, el tesón... Es una escuela de vida.