El zaragozano es uno de los directores de La casa de papel, la serie de habla no inglesa más vista en la historia de Netflix. Antes estuvo en Vis a vis y ahora acaba de rodar la primera temporada de El embarcadero.

—Aunque ya venía de Vis a vis, ¿qué pensó cuando le ofrecieron ser uno de los directores de una serie tan rompedora como La casa de papel?

—Lo primero que pensé fue ‘qué difícil va a ser no parecer cutre’. Y se ha conseguido gracias a un diseño de producción y un encaje de guion muy inteligente. Utiliza el encierro como leitmotiv de la serie para generar un clima de ansiedad en el espectador por la claustrofobia y por no saber en qué momento pueden matar a tu protagonista favorito. Y, por otro lado, el diseño de producción ha permitido hacer cosas espectaculares con un presupuesto no mayor del de otras series. También pensé que nuestros referentes del atraco perfecto vienen del cine americano, que era original hacerlo en ficción y que era arriesgado que no desmereciera porque los presupuestos de una serie española no son los de una americana.

—¿Cómo es trabajar con más directores?

—Toda la fase previa en las series es muy enriquecedora porque como somos varios directores hay un proceso en el que tienes que poner en palabras todo el rato un montón de conceptos, reflexiones, recursos a emplear... y de ahí va saliendo un manual de estilo que pone en pie el que dirige el capítulo 1. A partir de ahí, los demás vamos aprovechando ese macroestilo y vamos haciendo nuestras frikadas en cada uno de los capítulos.

—¿Tiene libertad?

—Sí... Al final diriges una serie con un estilo que vas creando tú también, eso es lo chulo, y vas hablando con los guionistas a los que les puedes proponer cosas.

—Si le pregunto la clave del éxito de La casa de papel, ¿la sabe?

—Tenía todos los ingredientes para ser un icono internacional porque la premisa es muy apetecible, la épica del atraco perfecto que no se había tratado en series y creo que ya tocaba una regeneración de la acción. Y la construcción de los personajes da elementos muy atractivos, cada uno de ellos puede tener un spin off y cada espectador se encariña con uno. Y, por supuesto, la iconografía visual, el mono rojo con las caretas y el entrar en la fabrica del dinero. Es la épica del atraco perfecto con historias dramáticas de personajes humanos.

—Si me permite apuntar otra, la confusión del bien y el mal...

—Lo que más tengo que agradecer a la nueva era de la ficción es que haya catapultado la ambigüedad moral de los personajes. Ahora hay series que te plantean más preguntas que respuestas, algo que el buen cine lo venía haciendo tradicionalmente hace muchos años. El lenguaje contemporáneo de las series de ahora apuesta por poner al espectador en un territorio incómodo.

—Ya sé que no puede contar nada pero, ¿estará en la nueva temporada de La casa de papel?

—Sí, ahora mismo me meto ya ahí tras rodar El embarcadero. También estoy empezando a construir los cimientos de una serie que tengo apalabrada para rodar al final del 2019. Te puedo decir que tiene reminiscencias de Buñuel y creo que en Aragón va a gustar mucho.