Es doctora en Historia del Arte y autora de ‘Cultura audiovisual en Aragón durante la transición’, un libro que acaba de publicar con Rolde de Estudios Aragoneses que repasa la riqueza y la importancia de ese sector y de otras manifestaciones culturales en aquel periodo de la historia.

— ¿Cómo plasmó el sector audiovisual la transición en Aragón?

— Quedó salpicado de todos los cambios que estaban teniendo lugar en aquellos instantes a todos los niveles. Por eso, la idea del libro ha sido contextualizar para poder entender bien qué es lo que estaba pasando, lo que había ocurrido antes y, por otra parte, qué se estaba haciendo desde otras manifestaciones culturales como la pintura, el cómic, la música… te das cuenta de que si no entiendes qué estaba ocurriendo y cómo lo estaban manifestando todos esos artistas, difícilmente puedes entender cómo lo encauzaron desde el mundo del audiovisual.

— Un cambio que impregnó a todo el sector cultural…

—Sí, los cambios no solo vinieron a partir de 1975. Siempre reivindico que se produce una transición cultural mucho antes que la política. Te das cuenta de que tienes que entender cómo había sido la evolución, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XX, para comprender qué es lo que ocurre al final de la dictadura, cómo florecen algunas de las propuestas de las que antes se había puesto el germen y que encuentran otras vías al final de una dictadura.

— El legado anterior, con nombres como los de Buñuel, Chomón… ¿qué peso tuvo en esta generación?

— Es curioso porque, precisamente, inauguramos 1970 con lo que se denominó el 'Ciclo de autores aragoneses' por parte de Manuel Rotellar, que tuvo cuatro ediciones, hasta 1974, y es precisamente esa la idea que quiere reivindicar: recoger a todos estos cineastas aragoneses, visibilizarlos y reivindicar la importancia de tener esas figuras en el territorio.

— Una labor de intrépidos, hacer cine en ese momento, ¿no?

— Fue una época de experimentación porque es muy rica la variedad en propuestas. Son instantes en los que, por ejemplo, se reivindica mucho el regionalismo. Las comunidades autónomas, entre ellas Aragón, quieren reivindicar su territorio. Se hace desde diferentes medios, desde 'Andalán', uno de los más reconocidos, desde la canción de autor…. y, por supuesto, el audiovisual también lo hizo. Tenemos, por ejemplo, 'Monegros', que es un documental de Antonio Artero de 1969 que va ya dentro de esa línea. Todas las manifestaciones hablan de lo mismo, beben y quieren experimentar y probar cada vez más, porque va habiendo más libertad.

— ¿Está muy marcada la impronta de sus tiempos en estas obras?

— Sí, por supuesto, son un reflejo. El cine, como otras muchas manifestaciones, actúa como un espejo de lo que está sucediendo en aquellos instantes. Muchos de los títulos que se hacen están reflejando las inquietudes, las incertidumbres y las esperanzas de aquellos instantes. Pero también tenemos el caso de Antonio Maenza, que es una persona que va completamente por libre, independiente, que se sitúa más en los márgenes con la idea de experimentar y ver hasta dónde se puede llegar con lo que le proporciona la herramienta del cine. Lo bonito es ver esa variedad en aquellos instantes.

— ¿Qué rasgos diferenciarían al sector audiovisual aragonés?

— La tierra tira. La verdad es que el carácter que tenemos y ese ímpetu de salir adelante se ve a lo largo de todo el libro, no solo en el audiovisual, sino en el carácter de todos estos artistas, que miran hacia adelante, que quieren luchar por lo suyo, por Aragón, y que, en cierta manera, es uno de los rasgos que pueden identificarlos, esa forma de luchar por lo suyo y de hacer las cosas bien. No es una cosa de aquellos instantes, sino que tiene una trayectoria. El cine casi, casi, nace aquí. Tenemos una trayectoria muy rica en la historia del cine y se visibiliza en aquellos momentos.

— De ese momento surgieron nombres propios que ya se han quedado para la historia…

— Sí, por ejemplo el caso de Antonio Maenza. Había mucha tradición de los cine clubs y antes hemos mencionado a Manuel Rotellar, pero no me quiero olvidar tampoco de los hermanos Sánchez Millán, Alejo Lorén, Eugenio Monesma… son personas que están enfocando el cine desde puntos de vista distintos pero que ayudan a completar ese complicado puzle que al final es la transición.

— Se podría decir que Aragón es tierra del audiovisual, entonces...

— Sí, por supuesto. Es una de las afirmaciones que mantengo y que nos tiene que hacer sentir muy orgullosos. Insisto, desde finales del siglo XIX, con los espectáculos precinematográficos, y a día de hoy, que cada vez estamos reforzando más la industria, nos tenemos que sentir muy orgullosos de todo lo que tenemos y de lo que vendrá.

— Precisamente, ¿qué peso tiene este legado de la transición en los cineastas actuales?

— Es clave. Creo que todavía quedan muchísimas cosas que decir, muchísimas visiones que aportar a todo este periodo. A los años 70 en general, porque ya se sabe, las transiciones no son unas cosas de la noche a la mañana. El aprender y entender esas cuestiones ayuda en la actualidad, ahora que estamos en una época de cambio también.