Esta profesora de la Universidad de Zaragoza se ha encargado del diseño de la exposición ‘Seeing Auschwitz’, elaborada por Musealia, que conmemora los 75 años de la liberación del campo de concentración y exterminio nazi. El viernes se inauguró en la sede de la Unesco, en París, y este lunes abre sus puertas en Nueva York, en la de Naciones Unidas.

—Se ha encargado del diseño de una exposición sobre Auschwitz, ¿Es difícil trabajar con esta temática?

—Es muy difícil, pero todos tenemos asumido que es algo necesario. Lo es para que, como sociedad, tengamos toda la información preparada con un rigor científico y en una forma muy accesible. Las exposiciones también están abiertas a centros educativos, no solo ofrecen la experiencia de leer y ver las imágenes históricas, sino también permite realizar alguna actividad docente para asimilar el contenido y darle sentido propio a la interpretación que están haciendo de los hechos.

—Como se preguntan en la exposición, realmente, ¿hemos visto Auschwitz?

—Esa es la conclusión triste que tenemos. Si una vez ha llegado a producirse este genocidio, y tenemos todo el proceso documentado y analizado por los historiadores, ¿cómo es posible que como sociedades permitimos que haya otros? Ruanda, Srebrenica, Camboya…

—¿Quizás, todavía no lo hemos visto lo suficiente?

—La respuesta está muy clara. Creo que no, y por eso la compañía española Musealia con el Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau de Polonia, la ONU y la Unesco deciden poner en marcha este proyecto. No solo porque el tema sigue siendo actual, sino porque es necesario recordar, hablar de ello y desarrollar una mirada crítica hacia la realidad. Como dice Luis Ferreiro, el director de Musealia, la exposición nos permite ver más allá de las fotografías, ver no solo lo que quería captar el fotógrafo. La mayoría están realizadas por nazis de las SS, que tenían todos los medios para captar lo que estaban registrando a conciencia. Cuando miramos estas fotos, no tenemos una visión objetiva. Realmente tenemos que darnos cuenta de las intenciones y el propósito con el que se han tomado estas fotografías. Es algo muy actual, interpretamos la realidad a través de las imágenes que vemos y, muchas veces, no nos cuestionamos por qué vemos estas imágenes.

—¿Siempre hay intención?

—Yo creo que sí. En la exposición el visitante lo puede ver, por ejemplo, contrastando las imágenes realizadas por los nazis, que principalmente registran el momento de la llegada de los judíos y el de la selección, cuando dividen entre los que pueden estar destinados al trabajo en el campo con los que directamente se manda a la cámara de gas. Los alemanes registran esto y lo hacen de manera sistemática. Sin embargo, hay fotografías hechas por los Sonderkommando -unidades formadas por prisioneros que se encargaban de tareas como la retirada de cadáveres en las cámaras de gas- que son totalmente distintas. Estos no han tenido ningunos medios ni el permiso, obviamente, para poder disponer de una cámara. Capturan un momento muy distinto que no aparece en las fotos de los nazis, como el de la entrada a la cámara de gas, en este caso un grupo de mujeres, o los cuerpos sin vida apilados que se van a quemar. Estas fotos se hacen desde la clandestinidad, ocultando el acto de hacerlas, y son la prueba incuestionable de lo que pasaba. Pero podemos comparar las dos visiones, y eso no nos deja lugar a duda de que cada foto no habla solo de lo que está retratado, sino de la situación en la que se ha tomado.

—¿Cómo surge este trabajo?

—Me incorporo al equipo de Musealia para el proyecto inaugurado en Madrid del 2017, en otra exposición de Auschwitz. El equipo de historiadores y expertos trabajaron toda la narrativa pero necesitaban esta parte de distribución de los contenidos en el espacio y la preparación para su producción. Una exposición es un proyecto bastante complejo y en ese caso disponía de muchísimos artefactos y múltiples imágenes, textos que hay que distribuir de manera jerárquica para preparar una experiencia de visita lo más adecuada al tema que se trata. La narrativa es el punto de partida y es lo que manda en la exposición. Sin embargo,los espacios y las imágenes es lo que el visitante va a percibir. Eso también es muy importante. Cuando Luis Ferreiro, el director de Musealia, me propone colaborar con esta nueva exposición, no tengo ninguna duda.

—¿Qué premisas siguió para elaborar el diseño de la exposición?

—La estructura viene marcada por la narrativa de los historiadores, sobre todo por el experto británico en educación sobre el Holocausto Paul Sialmons. La narrativa nos propone una estructura de la exposición. Pero cuando analizas los espacios, el de Nueva York y el de París son totalmente distintos, la longitud de las paredes es diferente. En París trabajamos en dos idiomas, en Nueva York solo en inglés… las exposiciones no son idénticas. Es la misma, pero cada una tiene su nueva lectura cuando aterriza en un espacio físico. Para la distribución de las imágenes pensamos en el visitante, en la manera más adecuada de presentarle los contenidos. La selección de las fotografías, su distribución y el orden viene condicionado por la narrativa y el espacio.

—¿Todavía son más necesarias este tipo de iniciativas hoy en día, con personas que se hace selfies en Auschwitz como si fuera un parque temático?

—Es casi una cuestión sobre la sociedad en la que vivimos. Justamente trabajos como estos, que se llevan con un rigor científico, son la única respuesta que le podemos dar estos comportamientos.

—¿Qué es lo que más impacta al trabajar con este material?

—El conjunto de las imágenes, esta percepción de que en el mismo lugar y en el mismo momento existían varios mundos paralelos. Y que había al lado de todos los horrores el tiempo y el lugar de ocio para los nazis. Y aunque estés en el lado de las víctimas, también había actos absolutamente heróicos. No hay una imagen más impactante que otra. Para hacer cada uno nuestra lectura de Auschwitz, hay que realizar esa visión de conjunto. No puedes escoger partes de historia.

—También se puede ver esa red de transporte que propiciaba el holocausto…

—Para empezar a ver las imágenes, resulta necesaria una introducción, aunque en este caso no es una parte muy grande de la exposición. Es básica para que uno venga preparado para entender la magnitud de lo que está viendo. No nos damos cuenta de la escala que ha tenido, el impacto que ha tenido este campo para toda la población europea. De la red de transportes o el lugar donde se sitúa, una de las razones es la logística. El hecho de que ahí coinciden las líneas de trenes que permiten justamente la deportación de judíos de toda Europa; del este, oeste, del norte y del sur.

—Auschwitz está, pues, concebido con una mirada fría, ausente de humanidad...

—Para mí, como arquitecta, lo que más me impactó es ver los planos, que tenían su licencia, su aprobación, había una administración que le daba el visto bueno, había una planificación… En la exposición hay una foto de Himmler que está revisando los planos, es el momento en el que aún Auschwitz como tal no existe, pero ya estaba en cabeza de personas que lo consiguen llevar adelante. Como una profesional que cree en la administración, era muy difícil de tratar. O ver los procesos que se aplicaban para, entre comillas, la mejora y la eficiencia. Yo doy clases de diseño industrial. Esos métodos no son muy distintos, solo que están utilizados para un propósito inadecuado, para el genocidio.

—¿Y cómo concibe que, hoy en día, todavía haya personas que nieguen el holocausto?

—Si alguien quiere negar los hechos históricos, ¿cómo le puedes responder mejor que con pruebas evidentes? Puedes negar la realidad si quieres, pero donde hay evidencias y testimonios no puede haber lugar a dudas. Por eso me parece tan importante que la exposición se pueda ver en distintos lugares. El único arma ante el desconocimiento es el conocimiento.