Director artístico y musical de la Orquesta Reino de Aragón, este mes de marzo comparte portada en la revista 'Ritmo', una de las más importantes del país de música clásica, con Sergio Guarné, director general de la formación.

—La Orquesta Reino de Aragón es ya un referente de las formaciones sinfónicas privadas. ¿Cómo lo han logrado?

—Llevamos trabajando desde hace mucho tiempo, insistiendo en que Aragón carece de una formación clásica sinfónica profesional y de que hay una fuga de talento preocupante comparada con otras comunidades y un desaprovechamiento absoluto de las infraestructuras de la comunidad. Nosotros somos la plataforma laboral del sinfonismo en Aragón. A base de mucho esfuerzo y mucho sacrificio hemos conseguido estar donde estamos. Aragón tiene un déficit histórico que a nadie le ha interesado o no ha podido resolver.

—¿Las causas de ello?

—Una falta de pedagogía de lo que significa tener una sinfónica en cuanto a marca y calidad que nos representa. Y, lo más importante, de lo que significa como referente para los jóvenes, para que se vean reflejados y luchen por lo realmente auténtico, la sensibilidad, los sentimientos que nos unen o el compartir.

—¿Con qué medios cuentan?

—Escasísimos. Es un poco vergonzoso que la orquesta tenga poco reconocimiento institucional. Tenemos suerte de que nos apasiona lo que hacemos. Yo, de hecho, estoy a tiempo parcial y soy director invitado de muchas orquestas en el mundo. Gracias a la posición que la orquesta tiene sobrevive sin ninguna ayuda. Con cero presupuesto estamos realizando más producciones que otras orquestas y con más calidad.

—¿Cómo se gestiona una orquesta así?

—Con trabajo, imaginación y sabiendo lo que estás haciendo. Lo nuestro es un milagro.

—¿Cuántos músicos tiene la orquesta?

—Depende del proyecto, de 50 a cien. Tenemos un listado de más de 200 profesionales músicos que colaboran habitualmente con nosotros, y una gran parte de ellos son aragoneses que trabajan en otras orquestas profesionales de fuera, como la London Philharmonic, la Sinfónica de Berlín, la Sinfónica de Oporto, el Liceu de Barcelona o el Teatro Real de Madrid. A todos les invitamos a nuestros proyectos, porque el músico aragonés tiene prioridad absoluta.

—Son residentes en el Auditorio de Zaragoza desde el 2017.

—Sí. Eso significa tener cabida en una de las salas más importantes de Europa. Pero habría que apostar por una programación estable, con algo más de recursos y de tiempo para programar.

—¿Qué tipo de programación tienen?

—Al no tener soporte institucional suficiente innovamos dentro de nuestras posibilidades. Nos proponemos tocar todas las disciplinas, incluida la ópera, con la que sí hemos hecho cosas diferentes.

—Hábleme del futuro a corto plazo.

—Hay una reacción positiva a nuestro trabajo y el público nos sigue. Con el último espectáculo con Berna, por ejemplo, llenamos los tres días. Y eso no es fácil. En mayo tocaremos para 8.000 niños en el Auditorio de Zaragoza y comenzaremos a producir Madama Butterfly para representarla en junio.