Releo con placer algunos de los mejores relatos de Francis Scott Fitzgerald, reeditados por el sello Navona bajo el título Cuentos rebeldes.

El espíritu agridulce, brillante a ratos, sombrío en otros, de un autor emblemático y poliédrico, pero siempre brillante, se resuelve técnicamente en estructuras dinámicas, ligeras, casi aéreas, que facilitan la lectura y empujan la acción. Esa transparencia de la estructura narrativa ha sido pocas veces igualada.

Fitzgerald permanece invariablemente atento a los sentimientos: el amor y su pérdida, la gloria y su decadencia, el poder y su fragilidad. Sus personajes masculinos suelen representar la audacia, la utopía, una suerte de heroísmo y locura mezclados a partes iguales. Son ambiciosos, soñadores, pero a menudo sus objetivos y sueños se hacen trizas contra la realidad.

Los personajes femeninos de sus novelas y relatos son mujeres bellas y frágiles, asimismo cercadas en las zonas en sombra de su fulgor por el aburrimiento y la desesperación.

Leyendo a Scott es difícil aburrirse porque sus pinceladas son rápidas, vigorosas. El fondo del cuadro, de sus escenas, siempre rico y a menudo fastuoso, como las mansiones en las que discurre La parte trasera del camello o los episodios a bordo del yate de otro excelente relato titulado El pirata de la costa.

Nueva York y los Angeles son escenarios habituales en la obra de Scott, pero también París, donde tocó fondo. Del mismo modo, y en clave hasta cierto punto autobiográfica, se hunde ante nuestros ojos el personaje protagonista de Regreso a Babilonia, el cuento que cierra la colección de Navona y que nos invita a asomarnos al precipicio por el que el autor prototípico y más representativo de los felices años veinte acabaría despeñándose a los cuarenta y cuatro años, víctima del alcohol y de una melancólica desesperación originada por la soledad y el olvido. Su temprana muerte coincidió con el fin de una época.

Sus cuentos, sin embargo, siguen muy vivos y actuales hoy, y permanecen en la memoria de los lectores, reviviendo a cada nueva edición. Sonriéndonos desde el mundo feliz y desde ese tiempo inmortal de la buena literatura.