Con vistas a preparar una de las sesiones para el Taller de Literatura Creativa que estoy impartiendo en la Fundación CAI repasaba el otro día la novela picaresca española, reafirmándome en que su corriente es esencialmente nuestra. Como mucho, puede detectarse en sus entregas alguna influencia o tipo italianizante, pero el Lazarillo, el Buscón, Rinconete y Cortadillo, como sus autores, Cervantes, Quevedo, Mateo Alemán... son netos representantes de nuestro Siglo de Oro y de nuestro carácter nacional.

El pícaro, como saben, se caracteriza por su capacidad de adaptación, instinto de supervivencia y conocimiento del medio, de la sociedad que le ha tocado vivir, por su ingenio y por su ausencia de escrúpulos. En sus aventuras, pasará sin transición de la tragedia a la comedia y narrará con arte, pegado al terreno, sus desventuras y vivencias, en una prosa que hoy nos resulta documentalmente preciosa, por tanto como cuenta del Madrid, del Toledo, de la Salamanca de mitad del XIV y principios del XVII.

Viene a cuento este preámbulo porque, apenas abrir la nueva novela de Carmen Posadas, La maestra de títeres (Espasa), volví a pensar en el género de la picaresca. La acción de La maestra de títeres nos sitúa en un Madrid a caballo entre la dictadura y la Transición. Sus personajes compiten por destacar en el mundo de las finanzas, en la política o en el famoseo. El caso es destacar, brillar, ser admirados... Personajes, episodios, conflictos y materiales que Carmen Posadas conoce de primera mano. Nadie como ella para introducirnos en los entresijos de la alta sociedad madrileña, con sus deslumbramientos y miserias, sus débitos y sus dádivas. Y con sus pícaros, sí, pues tales tipos, junto con logreros y conseguidores, farsantes y estafadores abundan en las páginas de La maestra de títeres.

Que, además de resultar muy divertidas, con un tipo de humor elegante y crítico al mismo tiempo, de esa clase de ironía que, sin herir, hace sonreír e invita a pensar, están muy bien escritas. La historia de una dama de la jet, Beatriz Calanda, y de sus cuatro maridos está narrada a varias voces, resultando uniforme y poliédrica al tiempo, variada y rica como novela y subterránea crónica de época.