¿Tiene futuro el aragonés?

Antonio Eíto: Dependerá de lo que quieran las personas que lo hablan o que tienen algún cariño por el aragonés. Una lengua es válida en cuanto que funciona: que se utiliza y sirve para nombrar el mundo. Es una herramienta, mientras se quiera seguir utilizando para comunicarse tendrá futuro. Ahora, existen hasta programas de televisión y radio, se puede utilizar Telegram en aragonés...

Chaime Marcuello: El primer lugar para aprender una lengua es la familia. El problema es que se ha cortado la transmisión generacional. Pero ya se corta en nuestra generación, porque eso era hablar ‘fiero’. Los que eran de pueblo y hablaban mal, que eran vistos desde la ciudad como paletos, tendían a ocultar esa lengua que hablaban.

Hablan de su experiencia. ¿Son hablantes nativos?

CM: Yo soy de Sabiñanigo. Era en un contexto familiar, porque es una característica de los entornos diglósicos. La diglosia consiste en tener dos idiomas, donde uno es hegemónico sobre el otro y no se tiene conciencia de que es así. Nosotros, sí, somos nativos, indígenas, aborígenes (ríe).

AE: Yo soy de Embún, en un entorno totalmente diglósico también. El aragonés ha reculado una barbaridad, pero hay temas en los que se conserva muy vivo: en los árboles, el tema agrícola y ganadero. Yo no sabía que una ‘carderina’ es un jilguero, o que ‘caxico’ se dice roble en castellano.

¿Sigue ocurriendo?

CM: Ahora se han dado dos procesos: la elitización y la balcanización del aragonés. Nunca como ahora ha habido doctorados, títulos, publicaciones, poesía… Hasta películas y documentales. Pero nunca ha ido acompañado de pragmatismo. Si no le ves utilidad a una cosa, no la usas. La balcanización tiene que ver con los problemas de fijar la lengua, ponernos de acuerdo y hacer una koiné: una lengua común que unifique las variantes.

¿A qué se refieren con la balcanización del aragonés?

CM: Se explica con el trilema del aragonés, que une el papel de los hablantes tradicionales y sus modalidades locales, el papel de las asociaciones y los neohablantes, y la lengua común. Este trilema provoca tensión en cada una de las patas, con sus contradicciones y problemas de coordinación. Evidencia un problema de egos y de liderazgos asociativos. Aunque hay que reforzar que nunca como ahora ha existido una política lingüística que se haya tomado en serio el aragonés.

En cuanto a esa estandarización o koiné, no todos están de acuerdo...

AE: Una lengua, sin una koiné, lo tiene muy complicado para sobrevivir. En el caso del aragonés, se intentaron fijar unos registros y cierta gente ha acusado que no se contemplaban algunas variantes y formas. Puede haber distintos criterios, pero llega un punto en el que, dentro de la arbitrariedad humana, es necesario llegar a un acuerdo.

CM: En esto hace falta mucha generosidad y muchas ganas de usar la lengua. Porque una lengua se usa si tiene hablantes. Y si no hay gente, no puede haber hablantes.

Entonces, la despoblación es uno de los principales problemas.

CM: Claro. Si no hay gente, porque el territorio se ha vaciado, pues no hay lengua. No obstante, hay una política lingüística que incentiva lo que es la formación y la educación. Pero mientras no sea un valor de uso, no tendrá más futuro que el cultural o el emocional. Como nuestras conversaciones, que, siendo nosotros hablantes nativos, las tenemos en castellano porque nos resulta más rápido.

AE: Los datos nos dicen que, o el aragonés se convierte en urbano, o lo va a tener muy complicado. Esta distinción, en cierta medida, la hemos criticado por ser un poco artificiosa. Pero el mensaje que se manda ahora es: hace falta una koiné, pero la mía. El refrán ya lo dice, ‘pueblo pequeño, infierno grande’.

Ese concepto de aragonés urbano puede chirriar un poco.

CM: Cuando ahora hablamos de urbano es distinto a lo que se suponía en los siglos XIV, XV o XVI. Se ha producido una transformación radical de la sociedad aragonesa. Piensa en un tejido capilarizado y rico como lo eran los pueblos entonces, donde la lengua fluía. Pero, ahora, ¿dónde vivimos los aragoneses? Pues cada vez en menos pueblos. O el aragonés se mueve a la ciudad o no tendrá futuro, porque no hay gente en los pueblos.

No pintan un futuro de color rosa.

AE: Está claro que no es de color rosa. Hay estudios que prevén que en 2100 habrán desaparecido muchas de las lenguas que conocemos. En el caso de las lenguas minoritarias, más aún. El futuro, que no es blanco ni mucho menos, está en nuestras manos.