Esta joven zaragozana, experta en la lucha contra el cáncer, regresa para liderar su laboratorio en el IRB de Barcelona tras investigar en Austria. Sus trabajos se centran en una novedosa estrategia, la degradación de las células malignas.

-Vuelve a España a liderar su laboratorio. Estará contenta con el regreso…

-Estoy contentísima. Regresé el miércoles, estoy recién llegada y respirando un poco de aire maño antes de empezar la siguiente aventura.

-Además le acaban de dar una beca.

-Sí, esta beca Fero-Aseica es genial. Cuando empiezas tu grupo de investigación, lo primero que tienes que hacer es escribir tus ideas y proponerlas para conseguir financiación. Te evalúan y, si les parece que tienen potencial, te las financian. En este caso, esta beca está destinada a jóvenes investigadores. Ha sido una alegría inmensa porque ha sido la primera financiación que recibimos para el laboratorio, de esas que no se olvidan.

-¿Cómo llegó al laboratorio del IRB?

-El IRB Barcelona ofertó una plaza de jefe de grupo, apliqué, me hizo una oferta y, por supuesto, acepté. Y una vez que tienes claro que vas a tener tu propio grupo de trabajo y desarrollar tus ideas, tienes que empezar a conseguir financiación.

-Hace un año que su investigación ya apuntaba muy buenas maneras, ¿Qué avances ha habido en este tiempo?

Lo que he estado haciendo en Viena durante el 'postdoc' fue intentar desarrollar estrategias para encontrar nuevos degradadores. Serían algo así como pegamentos moleculares, un tipo de fármacos que son bastante difíciles de encontrar. Publicamos hace no mucho la primera estrategia racional para intentar encontrarlos. Fue tan revolucionario que incluso se fundó una pequeña farmacéutica derivada de mis investigaciones que está empezando a funcionar en Viena.

-¿Podría estar cerca de empezar a aplicarse esta terapia?

-En general, digamos que ya es una realidad clínica. Hay un tipo de estos pegamentos moleculares, de fármacos degradadores, que ya está probado clínicamente, lo que pasa es que se descubrió años después de que se aprobara que su mecanismo de acción era la degradación de proteínas malignas. Los primeros diseñados racionalmente empezaron en el 2019, están yendo bastante bien y cerca de conseguir que se aprueben.

-¿Qué perspectivas se abren en esta nueva etapa en España?

-Intentar aportar nuestro granito de arena. En España creo que no hay muchos grupos expertos en degradación dirigida de proteínas y nosotros vamos a intentar desarrollar fármacos que se puedan utilizar contra el cáncer de páncreas, que desgraciadamente sigue siendo uno de los peores. Aparte de eso, quiero utilizar las ventajas que ofrece el laboratorio, el poder degradar proteínas en minutos para explorar preguntas que nos parecen interesantes para entender mejor el cáncer.

-No habrá sido fácil pasar la pandemia fuera de casa, en Austria…

-Lo cierto es que durante la primera ola, al menos en Viena, estuvo bastante controlado. Todas las medidas que se pusieron en España, incluso algo que nos parece tan normal como llevar mascarilla siempre en la calle, en Austria no lo teníamos que hacer. Ni siquiera ahora, en la segunda ola, es obligatorio. En ese sentido fue un poco 'light'. Lo que más me afectó es no poder volar a casa tanto como hubiera querido.

-¿Ha afectado en alguna medida el covid en la investigación contra el cáncer?

-Ha afectado en todos los niveles. Pero como tenía que ser. Ha habido una redirección del flujo de inversión hacia el covid. Quizá muchos de nosotros nos hemos desviado un poco para intentar aportar algo, aunque no seamos expertos en el virus. Y espero que todo esto que ha pasado conciencie de lo importante que es invertir en investigación. Solo la investigación, en este caso con vacunas, es lo que nos va a sacar de esta pandemia.

-Ahora que ya está aquí, ¿Cree que vamos hacia tiempos mejores en investigación?

Esa es mi esperanza. Creo que de toda la comunidad científica y, en particular, de los jóvenes investigadores. En Austria, por ejemplo, en confiar en la ciencia nos llevan una ventaja bastante bestial. Invierten en torno a un 3% del PIB y en España no llegamos al 2. Esas cosas son las que nos lastran y, a pesar de eso, la ciencia española siempre es top en todos los ránkings. Imagina lo que podríamos hacer con una apuesta clara.