Fundación La Caridad de Zaragoza cumple 120 años con una muestra que mira al futuro en la Cámara y con sus sillas como símbolo. Daniel Gimeno lleva 27 años en la casa y siete como director. La fundación atiende a mil personas al día.

-Celebran sus 120 años con una exposición que mira al futuro. Su ‘Zaragoza deseada’... ¿Cómo es?

-Como la hemos retratado en la exposición, que hemos querido convertir en una reflexión sobre el futuro del trabajo social. Es una sociedad de igualdad, sin pobreza, en la que la educación se haga a través de la inteligencia emocional y en la que esos mismos chavales tengan proyectos de relación con los mayores.

-Exclusión, niños y mayores... Son los ámbitos en los que trabaja la Caridad.

-De nuestra labor se benefician 2.192 personas al año. Prestamos mil asistencias diarias. Y no lo hacemos de manera estanca. Cuando estás en un edificio donde conviven mayores, niños y personas sin hogar se genera algo especial. Nosotros empezamos a trabajar hace años en proyectos intergeneracionales y lo que se consigue ahí es increíble. Esta sociedad está separando a las personas, cuando sería mejor acercarlas.

-La Caridad tiene una historia curiosa y muy dilatada en el tiempo.

-El alcalde Cantín y Gamboa fue quien se dio cuenta de que los cambios sociales habían provocado un empobrecimiento y que era necesario este proyecto. Fíjese que asumió la alcaldía en mayo y en menos de dos meses ya había puesto en marcha el proyecto. Solo estuvo en su cargo un año pero dejó un gran legado.

-Pero el concepto de la solidaridad ha cambiado mucho.

-Claro. Al principio lo que se hacía era asistencialismo, eran grandes señores que atendían a los pobres. Ahora esto suena fatal, pero fue un gran paso en su momento. Después, La Caridad fue adaptándose a los tiempos. Ahora, las grandes necesidades son la educación y abordar la soledad de los mayores.

-¿Cómo empezó en la fundación?

-Este año he hecho 27 en la casa. ¡Casi no ha llovido! Yo estudiaba Empresariales y estaba implicado en temas sociales... Supe que buscaban un chaval para cuidar el recreo del colegio de La Caridad. Desde el primer día, algo cambió en mi. Así que, con el tiempo, entré a trabajar en oficinas. Desde el 2011 soy director gerente, pero llevo media vida aquí. Es inevitable trabajar con personas, en un mundo como este, y no implicarse.

-Intuyo que hay momentos muy duros...

-Pero también aprendes. El positivismo es lo único que hace que avancemos. Aquí esa idea la llevamos todos a gala.

-En estos 120 años, han hecho de las ‘Sillas de La Caridad’ un emblema.

-Las sillas de La Caridad han sido siempre símbolo y un elemento de visibilidad. Se alquilaban en procesiones o fiestas y eso servía para financiar nuestras actividades. Paco Galán, de Rey Ardid, me dio la idea de usar este símbolo, como hemos hecho en la exposición.

-Y en sus premios, que entregan ya...

-Los premios Silla, que se van a entregar el día 22, en nuestra cena, en el Aura. Hay fila cero y empresas, como Goya Automoción, que ya se han volcado.

-Siga pidiendo. ¿Qué necesitan?

-Hemos creado la campaña Apadrina una silla. Necesitamos apoyo. Mucho.