En realidad, que media España se esté despoblando no le interesa a casi nadie de los que mandan. Varias regiones sufren una sangría imparable y pierden año tras año centenares de habitantes. La evolución demográfica española camina hacia el desastre. Con las actuales cifras de natalidad y la edad a la que los españoles tienen el primer y casi siempre único hijo, en cuarenta años España colapsará.

Comarcas enteras de Aragón y de Castilla-León ya lo están. Hay zonas en las provincias de Cuenca, Guadalajara, Soria y Teruel donde no se superan los 8 habitantes por kilómetro cuadrado (apenas 3 en la serranía de Albarracín), frente a los más de 90 de la media española. Además, la desigualdad en la ocupación del espacio es abismal; en Hospitalet de Llobregat, el municipio con más densidad de Europa, viven 53.000 personas en un kilómetro cuadrado.

Ante semejantes desequilibrios territoriales, los políticos proclaman que van a tomar medidas contra la despoblación, que es un problema que hay que abordar con urgencia y bla, bla, bla. Pero no aportan ni una sola solución eficaz, si no todo lo contrario. Se conceden absolutas facilidades para que funcionarios que trabajan en el medio rural vivan en la ciudad. En Aragón, todos los días miles y miles de personas recorren hasta 300 kilómetros para ir a su trabajo por la mañana y volver, generalmente a la hora de comer, a sus domicilios en la ciudad: maestros, profesores de instituto, médicos y demás personal sanitario, guardias forestales, guardias civiles, funcionarios de prisiones, trabajadores de la banca, funcionarios de los juzgados, administrativos de ayuntamientos y comarcas…, todos a dormir a Zaragoza.

En los pueblos solo van quedando ancianos, románticos desencantados y resistentes empedernidos. Agitadores culturales como el poeta Manuel Martínez Forega, con su iniciativa sobre la Celtiberia Literaria, y profesores universitarios como Francisco Burillo, con su proyecto Serranía Celtibérica, luchan para que la voz de esa España que se despuebla se escuche, pero suelen ser voces que claman, valga el tópico, en el desierto.

Basta ya de palabrería vana. Hay que tomar mediadas contundentes y de choque, como hizo Alfonso I el Batallador a comienzos del siglo XII para repoblar la antigua Celtiberia: quien acudía a vivir a estas tierras de frontera era libre, no pagaba rentas a señor feudal alguno y recibía tierras para cultivar y solar para construir su casa. Algunos deberían aprender de las soluciones de la Edad Media.

*Escritor e historiador