El director de cine fue premiado en el Festival de Cannes con sus dos primeras películas (‘You all are captains’ y ‘Mimosas’) y ya ha rodado su tercer largometraje. Visitó Zaragoza para impartir un ‘workshop'.

—Ha sido premiado con sus dos largometrajes en Cannes pero creo que sigue pensando que el éxito es relativo...

—¿Quién sabe si me ha hecho ser una persona más libre, más amorosa que cuida más a su gente o más ensimismada, en el ruido? Con mi cine viajas mucho y te das cuenta de que hay gente que tiene sed de este cine, que sí que hay un servicio a la comunidad y que es necesario pero, ¿a qué precio? Levantar estas películas es muy, muy duro y el tipo de vida es muy desestructurada. Tengo 36 años y en vez de tener hijos tengo maletas. ¿Esto es éxito? No estoy seguro.

—Hay quien le dirá que sí que lo es.

—Somos seres humanos y, por lo tanto, paradójicos, hay algo ridículo en nosotros y heroico y soy un ejemplo de ello. Hay algo bello en lo que hago y noble pero al mismo tiempo me da la impresión de que soy un niño jugando con mis cochecitos ensimismado y escapando.

—En su tercera película, ‘Aquillo que arde’ se acerca a un pirómano pero sin plantear la culpabilidad de nadie.

—Todos somos culpables, no culpables porque hablar de culpabilidad es una connotación muy negativa pero vamos a decir que lo podríamos hacer mejor, dar más amor, hacer mejor el trabajo y también juzgar menos.

—¿Tiene algo de atávica la película?

—Es una película sobre el holocausto de lo rural y sobre los resistentes que siguen allí con valores milenarios pero tampoco intento culpar a la modernidad ni entrar en dialécticas. Es un homenaje a mis raíces. Lo que quiero es que el espectador sienta que el que produce sufrimiento es porque sufre a su vez.

—¿Tiene problemas de distribución?

—Cuando hago mis películas siempre pienso en el público y la mejor manera de ser responsable con el público muchas veces es a través de la oscuridad, no dejarlo todo tan claro. En las que está todo claro al final no vemos nada. Con respecto a la distribución, afortunadamente no es una película de mercado que es la mayor parte de las que se hacen en España, entonces no pasan nunca las fronteras porque no hablan del ser humano. En cambio, estas películas viajan mucho porque no es un cine que desaparece, ese del que se hace tanta publicidad.

—¿Se refiere a los blockbusters?

—Creo que durante muchos años se ha menospreciado al espectador. Siempre te dicen eso de que es que no le va a gustar al público. ¿A qué te refieres? Es una consideración irrespetuosa con la gente, tratarla de bestias y, además, es una visión muy rígida de la sociedad. Hay que luchar contra eso, no se puede reinvertir esta decadencia provocada por los irresponsables y cobardes que han cogido siempre el camino fácil pero hay otro camino. Claro, cuando ves las cadenas públicas pagadas por impuestos lo que exhiben, lo que financian… es terrible, muy neanderthal, es una gran irresponsabilidad. De hecho, yo no hablaría de cine comercial o cine de autor, hay cine de autor que es muy falso y hay cine comercial que tiene mucha luz y es muy bello, hablaría más de un cine que duerme y un cine que despierta al ser humano y transforma.