Doctora en Educación y profesora de la Universidad de Oviedo, participó el jueves en el coloquio sobre ‘Sexualidades digitales’ de la Fundación para la Atención del Menor como experta en comunicación afectiva de jóvenes en redes.

—¿Cómo se educa en relaciones afectivas y sexo?

—En España se educa poco. Dentro del currículum educativo sí que hay temas que se trabajan en relación con la educación sexual, desde igualdad entre hombres y mujeres a la reproducción. Si uniéramos todos esos contenidos podríamos darle una perspectiva holística. Sin embargo, la educación sexual en España es transversal, se trabaja a lo largo de todas las asignaturas, que en la realidad se traduce en que no se hace nada.

—Cataluña acaba de anunciar que integra la educación afectivo-sexual en todos los centros desde los 3 años.

—Las competencias educativas las tienen las comunidades autónomas, y sí hay algunos proyectos. En Asturias hay una asignatura optativa para la ESO, Sexualidades. Y en Cataluña y Navarra también se están desarrollando planes, pero no son obligatorios y generan desigualdades, porque habrá centros que quieran trabajar estos temas y otros no. Lo que acaba sucediendo es que la educación sexual no es para todos ni para todas.

—En su opinión, ¿debe estar integrada en el sistema educativo?

—Sí, desde Infantil. Aunque como pedagoga y conocedora del sistema no lo veo posible a corto plazo como asignatura propia, pero sí como parte de una formal y reglada, al estilo de la antigua Educación para la Ciudadanía, en la que existan bloques temáticos específicos junto a otros que tengan que ver con la educación para la vida en general.

—¿Qué referentes tienen los jóvenes?

—Uno es el grupo de iguales, el de toda la vida, como los amigos. Otro es el de los referentes mediáticos, influencers, youtubers e instagramers, que hablan de su experiencia y esta acaba siendo teoría para estos jóvenes. Y para temas relacionados con la erótica, la pornografía.

—El 51,4% de los jóvenes aragoneses, 78% si son chicos, ve porno antes de los 16 años. ¿Cómo lo valora?

—Si hay acceso a internet lo hay al porno. El porno no deja de ser una industria cuyo fin es el rendimiento económico, no educar. No prohibiría el porno, pero sí educaría para verlo de una manera crítica y para favorecer que los jóvenes sean conscientes de que es ciencia ficción, de que lo que se ve es mentira y que debe utilizarse solo como fin lúdico.

—Pero el porno perpetúa el machismo.

—El porno es un producto de una sociedad que permite esas dinámicas. Es un elemento patriarcal y machista porque la sociedad lo es. No echemos la culpa solo al porno. Hay que incorporar la perspectiva educativa mucho antes. También hay otro porno en el que la mujer tiene un papel más protagonista y activo.

—¿Y el ‘sexting’?

—Es una práctica erótica como lo es el coito o la masturbación. Lo interesante es saber cómo minimizar al máximo los riesgos y recomendar a los adolescentes que no muestren rasgos reconocibles, que no lo hagan a través de las redes, sino del correo para que pueda ser monitorizado si hay problemas, y que sean conscientes de que internet no tiene filtro y es fácil que supere su control.