Esta maestra pastelera con más de 20 años de experiencia en formación trabaja en la Escuela de Hostelería y en la cárcel de Zuera e impulsa junto a dos socios la Escuela de Pastelería y Panadería Inclusiva RIPA.

—Su proyecto de Escuela de Pastelería Inclusiva Ripa acaba de ganar el premio Generando Futuro. ¿En qué consiste?

—En principio queríamos ayudar a personas que, por diferentes circunstancias, no consiguen trabajo o no logran mantenerlo. Nos juntamos dos maestros de la cárcel de Zuera y un tercer socio involucrado en causas sociales y trabajamos en torno a un proyecto de formación profesional que utilizara el oficio de panadería-pastelería como herramienta para la inclusión social, y lo llamamos Amasando Futuro. Cuando estábamos elaborando el plan de viabilidad de la empresa vimos que podíamos ampliarlo. Y lo abrimos a la educación con Ciencia y Pastelería, una especie de pedagogía activa basada en la repostería como material educativo que pudiera ser adaptado al currículum escolar a modo de resolución de problemas de, por ejemplo, Matemáticas o Ciencias. Y también a un tercer sector de ocio, tiempo libre y autonomía personal: Laminarías. Los tres socios constituimos la cooperativa social sin ánimo de lucro Ixeia. Tengo verdadera pasión por mi oficio y me gustaría transmitirlo porque se está perdiendo.

—¿Por qué dice que se está perdiendo si los hábitos de consumo tienden a lo artesano y lo natural está de moda?

—Es verdad, pero ¿quién sabe hacerlo? Hemos visto cómo solo en el recorrido que va desde que fuimos finalistas en el cuarto Programa de Emprendimiento Social de Aragón hasta el premio de Generando Futuro se han cerrado tres pastelerías en Zaragoza. Pero no porque no vendieran, sino porque se jubilaban y no había quien pudiera continuar con ese negocio. Y es ahí donde queremos intervenir para que parados de larga duración, personas en exclusión social o simplemente quien necesite trabajar y le guste la pastelería entren en el sector.

—¿La razón de esa desaparición?

—Por un lado, hay mucho desconocimiento. Por otro, la vida que llevamos nos lleva muchas veces a no comprar en una pastelería tradicional. El caso es que cuando en los talleres doy a probar a personas mayores el producto natural y recién hecho, les recuerda a su infancia. Eso quiere decir que hay algo que ha cambiado. Y cuando lo prueban personas acostumbradas a la bollería y al pan precocinados se sorprenden de los sabores y las texturas y quieren consumirlo. También hay quien piensa que el panadero se levanta a las tres de la madrugada. Eso es un mito. Con la maquinaria actual, solo es así en el caso industrial.

—¿Cuándo abren?

—Cuando la Administración nos deje. El local lo tenemos en Camino del Vado, 24. Ahora estamos buscando maquinaria y preparándolo para homologar los cursos. En cuanto a la financiación, además del apoyo que hemos obtenido de los bancos, hemos abierto un crowfunding con una serie de recompensas. Toda la información la hemos colgado en la web.

—La cocina está de moda...

—Sí, gusta mucho y cada vez hay más inquietud por cocinar en casa productos naturales y ricos, aunque tengamos poco tiempo. El postre siempre ha sido sinónimo de alegría, pero no basta con una receta, hay que ver, tocar y fallar.