De Perú a Nueva York, Estonia, Alemania y, ya en el 2011, Zaragoza de la mano de LaMov. Ahora es ‘free lance’ y profesor en, entre otros, el estudio de María de Ávila y el Teatro de las Esquinas. El pasado lunes bailó en el Principal.

—Háblenos de su participación en el festival Danza Mínima del pasado lunes.

—Fue un dúo junto a Ingrid Magrinyà con la coreografía Unreal Memories y que ambos creamos el año pasado para un festival internacional de danza en Perú. Nos basamos en un párrafo de Pessoa de El libro del desasosiego. Para mí, volver a bailar en Perú, en casa, después de tantos años, me generaba emoción y, a la vez, compromiso. La coreografía trata de los recuerdos, en este caso de los falsos recuerdos, esas fantasías que se generan en nuestra mente producto de anhelos. A veces se desean tanto que parecen casi reales. Dos personas bailan a la vez pero no se encuentran, hasta que en un momento determinado lo hacen. Al final, se descubre que todo ha sido un único recuerdo, mi recuerdo.

—¿También es coreógrafo?

—Lo hago solo cuando me lo piden o cuando tengo inquietudes, pero no es mi principal herramienta de trabajo, que en la actualidad es la enseñanza.

—¿Qué busca el público que acude a un espectáculo de danza?

—Busca emocionarse, busca belleza. Y, aunque no todos sean conocedores de danza, buscan un buen producto que les guste, que les toque de alguna forma.

—¿En qué momento está la danza?

—En España, es una de las artes más olvidadas y maltratadas. La crisis ha tenido mucho que ver, porque aquí se funciona con subvenciones y muchas compañías cerraron o tienen unos presupuestos muy bajos. La danza no está en un buen momento. Hay mucho por hacer.

—¿Cómo valora la cultura en los programas electorales de los partidos?

—Ni se ha mencionado en la última campaña, ni en los debates. En general, parece que los líderes políticos ni saben de cultura ni les interesa. Sin embargo, la actual gestión del Patronato municipal de las Artes Escénicas y la Imagen sí que ha apoyado la danza, dando un vuelco positivo al funcionamiento del Centro de Danza y con la programación de los teatros a su cargo. Sería una pena que todo eso se perdiera.

—¿Cómo y cuándo empezó a bailar?

—En realidad, yo empecé como deportista de gimnasia artística. Y a bailar, muy tarde, con más de 20 años. Llegué como de casualidad a una compañía del teatro municipal de Trujillo, en Perú, y allí empecé con mi maestro cubano. Después fui a bailar a Lima. Quería salir y marché a Nueva York con un programa de danza clásica y contemporánea. De ahí volé a Estonia, luego a Alemania y desde allí a Madrid y Zaragoza.

—Nacho Duato ha revelado los prejuicios que sufrió de niño. ¿Persisten?

—Los hay, aunque cada vez menos. Sin embargo, creo que si faltan interesados en la danza es por lo olvidada que está, porque hay quien piensa que el arte y la danza es un hobby, cuando puede ser una profesión y maravillosa.

—¿Su próxima actuación?

—El día 24 en el teatro Victoria Eugenia de San Sebastián, con Ai Do Project. Un trabajo que también incluye talleres con personas con alzhéimer.