La actriz andaluza comparte con un potente elenco artístico aragonés ‘Los restos del naufragio’, una comedia de enredos de Shakespeare que se estrena este lunes en el Teatro Principal.

—Shakespeare era más conocido como poeta o dramaturgo, pero hoy lo presentan en Zaragoza en modo comedia.

—Yo creo que lo que le gustaba a Shakespeare era ver el teatro lleno. También escribía comedias, escribía de todo. Nosotros tratamos de ser también un poco como él, intentamos atraer al público. Curiosamente, además, esta es la segunda comedia que hago de él este año. Hace poco hice El sueño de una noche de verano.

—¿Por qué han elegido esta obra?

—Tiene muchos porqués. Es de las mejores para iniciarse en el mundo shakespeariano, muy de enredos, con un ritmo frenético como el que se ha acostumbrado ahora la gente con las series, etcétera. Yo tengo seis personajes diferentes y 18 cambios de vestuario. Aquí se juega mucho a la metateatralidad.

—Dicen que es difícil hacer reír.

—Es muy diferente trabajar la comedia o el drama. Las dos cosas son igualmente apasionantes, pero en estos tiempos, con tanto estrés, hacer reír cuesta más. También se agradece mucho más cuando terminas una función y te dan las gracias con el alma. A mí también me gusta mucho sorprender y emocionar. En este caso, la comedia es un lenguaje difícil de trabajar en escena y difícil de transmitir a un público heterogéneo como al que va destinada esta comedia.

—Hoy en día es difícil atraer a los más joven al teatro, más si se les habla de autores clásicos como Shakespeare.

—Carlota Pérez Reverte ha hecho un trabajo fabuloso con el texto, igual que Alberto Castrillo. Han hecho una adaptación fabulosa. Mantiene texto clásico, pero sabe llevar un ritmo frenético y buscar la empatía con la actualidad. Está muy bien hecho, hay escenas fabulosas.

—¿Se siente sola una andaluza rodeada de aragoneses en el escenario?

—No. Llevo ya desde el 2006 en Zaragoza. Soy adoptada, maño (risas). Estoy muy a gusto en esta tierra, me encanta el aragonés y su carácter. Aquí soy feliz y aquí creo que estaré siempre.

—¿Cómo acabó en Zaragoza?

—Estudié magisterio, luego psicopedagofía y cuando empecé la tesis en psicología clínica conocí a mi pareja. Yo estaba trabajando en la Universidad de Sevilla de profesora adjunta y tenía que decidir si seguir o dedicarme por entero al teatro. Me arriesgué, formamos la compañía Teatro indigesto y aquí estamos. Fue un poco por amor y un poco por amor al arte.

—¿Se ha adaptado hasta al cierzo?

—No, no, eso no. El clima es lo que peor llevo. Mira que en Tarifa hay viento, pero allí no se te mete en los huesos (risas). Da igual, el cierzo no me saca de aquí. Aquí tengo mis amigos, gente que se ha convertido en mi familia. Laura Gómez Lacueva y Marisol Aznar son para mí dos grandes. Hay mucha gente que ha confiado en mí, como Alberto Castrillo, Jaime Ocaña... Tengo que decir una cosa bien alta: aquí hay una calidad artística y humana extraordinaria que no desmerece a ningún otro lugar de España.

—¿Qué acogida esperan?

—Muy buena. Esta obra es un regalo de Navidad en esta fechas. Y es intergeneracional, para todos los públicos.