"Cincuenta muertos en la oscura selva no es nada; un muerto en una ciudad fotografiado mil veces produce muchísimo más impacto". La reflexión pertenece al capitán de fragata que ha coordinado este miércoles una jornada sobre terrorismo en el palacio de la Aljafería. Organizadas por la Fundación Giménez Abad, las conferencias se centraron en el papel de las fuerzas armadas frente al terrorismo internacional. Aquí habla el militar, el politólogo, el escritor. Entre otras cosas de la paz, un concepto "vacío". Es Federico Aznar Fernández-Montesinos.

—¿Qué hace un capitán de fragata tierra adentro?

—Celebramos en el Palacio de la Aljafería un seminario sobre terrorismo. Todos los años lo hacemos sobre una materia concreta, y esta vez ha tocado el papel de la fuerzas armadas en la lucha contra el terrorismo internacional.

—Es un tema amplio, gigantesco. ¿Se puede partir de alguna clave?

—La clave es la globalización, que trae consigo un incremento de las relaciones. A su vez, ese incremento trae consigo un incremento de conflictos. También es cierto que hay más relaciones entre las partes y los atemperan. La derivada es que los conflictos locales se globalizan y tienes relaciones con países que tienen estructuras de Estado débiles. Se trata de intentar fortalecer esas sociedades, que es lo que intentan nuestras fuerzas armadas. La globalización en España no empieza en nuestras fronteras, sino lejos. En el Sahara, por ejemplo.

—¿Cuál es el objetivo de las jornadas?

—Empezamos analizando el norte de África y Oriente Medio, seguimos por los roles de las fuezas armadas y tocamos el periodismo también porque el terrorismo moderno está íntimamente ligado con los medios de comunicación. El terrorismo quiere ser noticia y los medios siempre quieren dar noticias.

—El terrorismo ha cambiado en los últimos años. ¿Cuál sería el principal peligro de ese terrorismo moderno del que habla?

—El peligro está siempre en la respuesta. El terrorismo estimula nuestra dimensión emocional, es teatro.

—¿Teatro?

—Lo decía Brian Jenkins. El terrorismo busca fundamentalmente conmocionarnos para convocar audiencia. Es un fenómeno fundamentalmente urbano. 50 muertos en la oscura selva no es nada; un muerto en una ciudad fotografiado mil veces produce muchísimo más impacto.

—¿Los muertos lejanos nos parecen menos muertos?

—Son los mismos, pero la distancia cultural es muy superior a la distancia real en casos como África.

—¿Por qué la globalización, buena según y cómo, es mala en el caso del terrorismo?

—La globalización es fragmentadora y niveladora. Vivimos con un estándares muy altos de seguridad, pero con la globalización es difícil mantenerlos. Hay que generar cultura sobre esta problemática de primer nivel e informar a la ciudadanía. La muralla pertenece a todos, no solo a unos cuantos.

—¿A qué muralla se refiere?

—La muralla en el sentido de lo que rodea una ciudad. No puede ser solo patrimonio de unas pocas personas, como las fronteras, sino de todos. Por eso es tan importante la difusión de la cultura de la defensa.

—¿Los intereses políticos de cada cual también interfieren en esas estrategias?

—La mirada varía en función de la cabeza del que mira. Ahí influye la ideología, la historia, la cultura, la persona... Pero eso no es malo. No es igual la visión de un nórdico que la de un español o un malayo.

—¿La seguridad de una sociedad está a veces lejos de sus fronteras?

—Claro. Cuando aumentan las relaciones, aumentan los conflictos. Una pandemia se puede retrasar, pero no hay muralla que detenga su llegada. Llegará. No podemos plantearnos vivir en una isla.

—¿No es posible dividir?

—No. Todo viene junto, lo bueno y lo malo. Se globaliza lo indeseable, no puedes tomar solo una parte.

—A veces relacionamos más a las fuerzas armadas españolas la paz que con la guerra.

—Somos un cuerpo armado, pero los valores son los mismos dentro y fuera de España. Se han hecho muchas misiones exteriores, que son de paz, de creación de estabilidad, pero habría que definir qué es el concepto ‘paz’. Es un concepto vacío que hay que rellenarlo para que tenga significado. Una guerra se puede presentar como un enfrentamiento entre dos ideas de paz distintas.

—¿Quiere decir que gana la ‘paz’ más violenta?

—Claro. Hitler tomó Polonia diciendo que era un hombre de paz al que estaban atacando. Hay que tener mucho cuidado con los clichés y las palabras.

—¿África es el gran peligro de España?

—Es también la gran oportunidad. Hay que verla de otra manera, no solo con contención y prevención. España tiene que hacer un mayor esfuerzo, mostrar más interés por África, y lo está haciendo.

—Es politólogo, autor de libros, persona de inquietudes en general y capitán de fragata, que aquí tierra adentro no se estila.

—Es como su teniente coronel del ejército de tierra. Soy analista del Instituto Español de Estudios Estratégicos, tengo una vocación académica investigadora y soy militar de vocación especialista en submarinos.

—¿Qué ha escrito recientemente?

—Repensando el liderazgo estratégico, donde trato de trasladar mis experiencias de liderazgo al mundo de la empresa.

—También ha escrito de periodismo...

—En la lucha contra el terrorismo, lo fundamental es mantener los valores. Si pones el terrorismo o la posverdad en el centro de todo, la respuesta es inmediata: la censura y un estado policial. Así han conseguido lo que querían, cambiarte los valores. La censura aporta poco, además. Así que creo que hay que favorecer empresas periodísticas fuertes, diversas para asegurar la pluralidad, con periodistas formados y que re rijan por su propio código deontológico.

—¿Estas jornadas sirven como homenaje a Manuel Giménez Abad?

—Es un programa que se hace con la subvención de la Asociación de Víctimas del Terrorismo y que es un compromiso permanente con su figura. La Fundación Manuel Giménez Abad está formada por todos los partidos del arco parlamentario de las Cortes y para mí es un honor que cuenten conmigo para la organización.

—Afortunadamente llegó el fin para ese terrorismo que acabó con el citado político en Zaragoza.

—El drama es que esas fotos de tonos sepias recuerdan a personas que tal vez hoy seguirían vivos. Y eso no es recuperable. ¿Sabe cuál es el drama de las víctimas? Que al final aburren. Nos cansamos de escucharlas, pero hay que esforzarse para recordarlas siempre.