Javier Martínez es director de la Escuela de Violeros de Zaragoza, que reivindica la tradición violera en Aragón utilizando las mismas técnicas. Cuenta con el apoyo de la DPZ, la Fundación Daniel & Nina Casasso y el Ayuntamiento de Zaragoza.

—Cuénteme la importancia violera en Zaragoza...

—Es un legado cultural muy importante que tenemos que reivindicar, el de la violería ibérica en el siglo XV, específicamente la aragonesa porque Zaragoza fue la ciudad europea con más presencia de violeros que había a finales del siglo XV. Además de la importancia cuantitativa que tenía la violería en Zaragoza se une la cualitativa dado que aquí se desarrollarían innovaciones muy importantes que marcaron su posterior evolución en toda Europa. Aquí se unían la tradición al-andalusí con aportaciones goticistas dando un lenguaje muy popular que se trasladó a la Italia del quattrocento.

—¿Éramos una potencia?

—Cuando Italia nos enseñaba todo a nosotros, a pintar, a esculpir, a escribir... en el mundo de la construcción de los instrumentos musicales recibieron muchas influencias nuestras. El problema es que todo este legado, probablemente una de las aportaciones más importantes que hace Aragón a la cultura occidental, es más reconocido fuera de nuestras fronteras que dentro.

—La Escuela de Violeros acaba de recibir una ayuda de la UE para el proyecto Delyramus, ¿en qué consiste?

—Nuestro cometido es reconstruir 14 instrumentos musicales extinguidos que aparecen representados en pinturas de finales del siglo XV y principios del XVI en museos españoles, portugueses y napolitanos. Y, a partir de estas pretensiones culturales, el proyecto explora otras como son la integración de personas con diferentes discapacidades con la Fundación Rey Ardid.

—¿Cómo será ese trabajo?

—Tenemos que recurrir a fuentes historiográficas, archivos e imágenes. Hay que hacer un trabajo científico a partir de las imágenes, un estudio comparativo de ellas y adaptarnos con bastante fidelidad a esos instrumentos para tratar de recuperar parte del repertorio que tendrá que ser con esos instrumentos.

—¿Cuántos alumnos tiene la escuela?

—Este año hay 16 alumnos de Argentina, Francia, Puerto Rico, Estados Unidos, México, Colombia, Bélgica y Honduras. Son de diferentes niveles, hay quien viene sin saber nada pero también hay algunos que son profesionales que vienen a especializarse.

—¿Por qué tiene tanto éxito la escuela?

—Hacemos una importante recuperación de patrimonio y formación de violeros con las mismas técnicas que se utilizaban en el siglo XV y XVI. No es tan importante la productividad, el producto final sino el proceso mismo, que no se pierdan las técnicas artísticas que son las que luego le dan calidad a los instrumentos. Lo hacemos todo manualmente.

—¿Alguna innovación que surgiera aquí en Aragón?

—La correa aragonesa, revolucionó la música porque permitió que el arco funcionara con mucha mayor libertad sin que tocara la madera. En Zaragoza había 36 violeros activos en el siglo XV en una población de 18.000 habitantes. En toda Europa juntos no llegan a la mitad.