Ha pasado este martes por Montañeros de Aragón para presentar junto a Ramón tejedor 'El tiempo del vacío', una novela de ficción editada por Desnivel en la que confluyen los accidentes de su relato de intriga con los del Pirineo.

—¿Su novela es una declaración de amor a la montaña?

—Sí. El paisaje y su belleza tiene mucha importancia, y también la defensa de la naturaleza. De hecho, hay un personaje que es especialmente obsesivo con la destrucción de la naturaleza, un tío que lleva muy mal la destrucción acelerada que existe. Es un tipo extraño al que este deterioro le lleva a hacer unas cuantas cosas raras. Así que sí, es una declaración a la montaña, al Pirineo en particular.

—Y más que amor, intriga.

—Sí. En sitios muy característicos del Pirineo, gran parte de ellos en Aragón como la Faja de las flores en Ordesa, el Chemin de la Mature en la parte francesa, el Paso de Orteig debajo del Balaitús o el Desfiladero de Monterebei, entre Aragón y Cataluña. Allí empiezan a sucederse una serie de accidentes poco explicables para ser lugares de grandes panorámicas pero poco expuestos.

—Ahí empieza la investigación.

—Sí. Un directivo de la Federación Española de Montaña empieza a pensar que hay gato encerrado, aunque nadie le cree, hasta el punto de que acaba contratando un detective privado.

—Aquí está en tierra de montaña, con sus muchos contrastes como Los Monegros.

—En Navarra pasa igual. Tenemos Pirineo y Bardena, que es bastante desértico. Somos las dos tierras de contrastes, en el paisaje y en nuestra forma de ser.

—¿Es muy pirineísta?

—Como montañero, me he criado en el Pirineo y a él le debo mis mejores amigos. Desde que empecé a escribir me he basado mucho en el Pirineo, tal vez porque lo reconozco como un terreno de juego propio en el que me siento cómodo. Al ser un medio que conozco bastante, encuentro el apoyo para situar historias en sitios que conozco.

—Es decir, historias de ficción en lugares de verdad.

—Eso es. Me gusta ser muy fiel en el aspecto geográfico y me gusta mucho describir cada cosa en su sitio, exactamente donde está.

—¿Cuántas diferencias hay en los Pirineos de costa a costa? La geografía, las culturas, las lenguas...

—Muchas veces tengo la sensación de que todos los que vivimos en las estribaciones del Pirineo compartimos algo así como un tronco, como una forma de vida común. Aunque si lo miras trozo a trozo, somos mundos muy diferentes. Hay personalidades variadas, con lugares muy ricos en culturas y tradiciones.

—Quizá por eso el montañés es especial, noble pero más cerrado.

—La gente que vive entre montañas no puede tener el mismo carácter que la gente que vive en un horizonte abierto.

—¿Aparecen en sus novelas?

—No tiene nada que ver, pero sí aparece gente muy rara.

—¿Por algo en especial?

—Antes siempre decía que la gente buena no es interesante, que son demasiado simples. Con el paso del tiempo veo que la escritura tiene mucho de refugio en el que estás a salvo de muchas cosas. Quizá por eso ahí se repiten personajes un poco raros con los que yo acabo conviviendo muchas horas al día.

—¿Ha sido siempre escritor o le viene de adulto?

—Yo estudié Derecho, pero ni llegué a acabar. No sé ni por qué lo empecé. Fue un refugium peccatorum de toda una generación, parecía como una obligación. La verdad es que siempre tuve el runrún de escribir, pero empecé muy tarde, en la revista El taller. Hasta que en el 2012 me propuse hacer un intento, saqué unos cuadernos de una travesía de los Pirineos del 81 y salió bien, lo quiso publicar Desnivel y se vendió bastante bien.

—Si encima pudiera ganarse la vida...

—Tendría que escribir y en los ratos libres atracar bancos (risas). De momento, le agradezco a Desnivel que me sigan editando y sigan confiando en mí, pero este mundo del libro está especialmente complicado.

—¿Qué Pirineo es el más bonito?

—El aragonés, sin duda. ¿No estamos en Zaragoza? (risas). El navarro es más redondo, más amable.

—¿Hay alguna montaña que le hechice?

—De mi tierra me gusta mucho el Anie, que está junto a la Mesa de los Tres Reyes. De Aragón me gusta mucho el Posets, y toda esa zona que queda entre el Posets y el Aneto, esos valles profundos, cerrados y sombríos. Pero, vamos, en el Pirineo aragonés hay sitios de enorme belleza y no solo Ordesa. Hay gente que no se puede imaginar que tiene sitios tan espectaculares tan cerca. Como uno de los que sale en el libro, la Faja de las flores.