Este joven arquitecto (1990, Zaragoza) ganó, junto a Pablo Galán, el concurso de ideas para recuperar la memoria histórica en Zuera con el memorial con el que posa en la foto, que busca rendir tributo a 207 represaliados franquistas.

—Hace un mes que se inauguró en Zuera su memorial en un acto que no buscaba abrir heridas sino rendir un homenaje. ¿Le resultó complicado diseñar un espacio donde priman tantas emociones escondidas y ocultas durante tanto tiempo?

—No es fácil, pero hay multitud de inspiraciones. Lo que buscábamos era algo austero pero sentido. No los monumentos tipo tótem o pirámide, con una paloma de la paz o una estrella, que tanto predominan para este tipo de homenajes. Queríamos representar tanto la memoria de esos 207 fallecidos por el franquismo, como el hecho del exilio, de huida forzosa, con un monumento singular. De ahí, la simbología que contiene.

—¿Por ejemplo?

—Está concebido como si fuera una forma orgánica que rueda en torno a un eje, como si se tratara de uno de esos arbustos secos que ruedan por los desiertos, las palomeras, que se ven cuando vas por la autovía hacia Zuera y que el poeta zufariense Luis Lizán Pérez utilizó como metáfora en su poema. De hecho, en una de las paredes está escrito «Rueda, rueda, palomera». Pretendíamos que fuera un reconocimiento al dolor y sufrimiento que a los exiliados les supuso la partida. Por eso colocamos tres maletas al inicio del recorrido, representando el equipaje que se ha dejado atrás, inspirándonos en el monumento de los zapatos en el muelle de Budapest, que simboliza cuando a los judíos les obligaban a quitarse los zapatos antes de fusilarlos durante el Holocausto, y en el de las sillas de Cracovia en homenaje a los prisioneros de Auschwitz.

—Explíquenos el proyecto.

—A partir de la idea de la palomera dibujamos un cuadrado sobre el que colocamos una espiral, formada por láminas de acero corten, para ser recorrida por los familiares hasta llegar al interior, un espacio más íntimo y privado. A lo largo de ese recorrido están escritos, de una manera aleatoria, los nombres y apellidos troquelados de todos los homenajeados. El espacio que teníamos en el cementerio no era muy grande, por lo que la idea era ocuparlo todo, pero con un resultado ligero. Algunas de las propuestas originales han sido posteriormente modificadas, imagino que por un tema económico. Pero estamos contentos.

—¿Por qué el acero corten?

—Creemos que es un material muy austero, que no es caro y es resistente. Y su aspecto nos gustaba para la temática.

—¿Trabajan en este tipo de proyectos?

—El concurso nos resultó interesante porque lo que hacemos en el despacho es muy diferente: viviendas y restaurantes. Y se nos abría la oportunidad de dibujar otras formas y desarrollar el estilo de las esculturas de acero de Richard Serra en el Museo Guggenheim de Bilbao que tanto nos gustan.

—¿Tiene usted alguna relación familiar o personal con los hechos?

—No tengo familiares directos represaliados, pero toda mi familia está bastante concienciada políticamente.

—¿Fue al homenaje-inauguración?

—Sí, pero me mantuve al margen, porque ese día era para los familiares.