Con 27 años, este zaragozano ha pasado de las calles de Pina de Ebro a las pasarelas de Dolce&Gabbana. Modelo de profesión, arquitecto por vocación y dueño de una cabeza bien amueblada. Estuvo en los ‘Diálogos’ del centro Hacer Creativo.

-¡Menudo año está viviendo!

-En realidad, es el que menos estoy trabajando, porque estoy sacando tiempo para acabar la carrera de Arquitectura. Pero parece que ahora se han dado cuenta de que hay un chico de Zaragoza que lleva seis años trabajando de modelo (risas).

-Hace un par de años se convirtió en noticia como «el modelo que triunfa en Instagram, por encima de Velencoso o Kortajarena». Y tiene 22.000 seguidores...

-Ni siquiera sé de dónde salió eso. Igual miraron las estadísticas y esa semana había subido mucho, pero dudo que, en cifras globales, sea así. Por otro lado, a mí no me gustan las redes sociales, aunque sean parte de mi trabajo. Intenté quitarme Instagram pero, en mi mundo, lo tengo por obligación. Hace unos años, los clientes recurrían a una agencia y veían tus trabajos. Ahora, recurren a las redes.

-¿Es como el Almendro, que vuelve a casa por Navidad?

-Me pegué un año viviendo en Milán, otro en Barcelona, otro sin casa y de aquí para allá. Pero en octubre empecé a estar más por aquí. Necesitaba asentarme, acabar la carrera. He vuelto a casa, tengo mi cuarto lleno de maletas abiertas y mi madre me echa la bronca...

-¿A estas alturas?

-(risas) Sí, ella me pone los pies en el suelo siempre. Le da igual que venga de donde venga o lo que esté haciendo.

-Le veo casi más centrado en la carrera que en la moda. Rompe el estereotipo...

-Ya. Que si uno es guapo es tonto, ¿no? La cosa es que desde pequeño quería ser arquitecto. Y, cuando empecé la carrera, comencé también a trabajar de modelo. Yo hacía cuatro cosas en este mundillo, pero tengo que reconocer que no me gustaba la moda, aunque me llamaban. Así que me lancé un órdago a mi mismo. Dije: «Jorge, te vas a la mejor agencia de España y si te cogen bien y, si no, te olvidas de esto». En su día dejé el baloncesto y me quedó una espinita y no quería que me pasara lo mismo con la moda.

-Intuyo que le cogieron.

-Sí, y pasé de no saber nada a estar en las mejores agencias de Milán y de París.

-Y, en este tiempo, ¿ha conseguido cogerle gustillo a la moda?

-Mi problema es que no me gusta llamar la atención y la moda, al final, es eso. Yo soy el típico que entra en una discoteca y, como soy muy alto, se me ve desde todos los lados. De niño, ya era muy grande. Nunca me ponía en las fotos. Es mi hermana, que comparte agencia conmigo, la que se ponía en todas. Pero la moda ya no es solo una foto. Una imagen lleva detrás, en el mejor de los casos, una sesión de trabajo de ocho horas. La belleza es un porcentaje mínimo en el éxito de un modelo. La actitud es lo más importante al final.

-¿De dónde viene su pasión por la arquitectura?

-Mi abuelo me enseñaba sus dibujos como delineante. Luego se dedicó a construir y mi padre empezó a trabajar con él. Y adoraba ir a la obra con ellos y lo mejor que hacía era molestar (risas). Me ponía a hacer mis mezclas de cemento con agua. Un día mi padre me dijo: «escucha, tú coge el lápiz y deja la paleta». Para entonces ya sabía qué era lo que me gustaba.

-En este rato que llevamos juntos me he enterado de que ha trabajado como bibliotecario, camarero y en una residencia, que hace reformas, a la espera de acabar Arquitectura y trabaja de modelo. ¿Cómo lleva la hiperactividad?

-Mi madre dice que parece que tengo 40 años. Me pego la vida hablando de facturas, de gestorías... Y estoy en un desfile, con modelos top, que están pensando dónde irán esa noche. Y yo, debajo de una percha de abrigos, con el ordenador abierto, por algo del proyecto de fin de carrera, o por una reforma que he hecho en Logroño. Estoy enganchado al trabajo.

-¿Cómo le descubrieron?

-Estaba con mi madre en Pedro Bernal y me comentaron que hacían un desfile, que si quería probar en Globe... Mi madre me animó, aunque ella dice que no (risas). Es cierto que, cuando desfilo en Zaragoza sigo notando más presión que cuando lo hago para Dolce&Gabbana. Con ellos, no soy nadie. Pero, aquí... ¡Aquí me conocen!

-En su sector, la brecha salarial existe a la inversa. Las mujeres cobran más.

-En la moda, la mujer produce más, tiene más público. Por eso gana más. En mi último trabajo en Chile, yo gané 12.000 euros. La modelo, un millón.

-¿A quién le daría las gracias?

-He tenido una gran suerte con mis padres. La crisis afectó mucho en mi casa. Pero ver a mi padre luchar fue una lección. Ellos me han dejado equivocarme. Y nunca me han puesto una alfombra roja.