Es miembro de la comunidad bahá’í en Zaragoza, un culto que denuncia la situación de sus fieles en Irán, cuna de esta religión. Han lanzado una recogida de firmas para que el Gobierno pida a este país que cese la persecución.

—Ahora que parece que vamos a esa nueva normalidad, ¿Cómo ha ido el confinamiento?

—Me siento un privilegiado por haber podido tener normalidad laboral, con las precauciones debidas. Como un ciudadano más que cumple las normas dictadas por Sanidad y con la esperanza de que pase, lo antes posible, gracias a que se consiga medicación adecuada y vacunas.

—Sin embargo, denuncian que ser bahá’i en Irán supone un «confinamiento permanente»...

—Con esta definición, la comunidad de España desea llamar la atención sobre la persecuciones que los bahá’ís de Irán sufren desde 1979 por parte de las autoridades eclesiásticas y civiles. Persecución que se ha recrudecido durante la pandemia.

—¿A qué tipo de penalidades se enfrenta un bahá’í en Irán?

— A no tener derechos y poder ser atacado por cualquier ciudadano iraní. A no poder trabajar como funcionario de su país. A tener limitado su derecho a regentar cualquier tipo de negocio. A no poder acceder a la educación superior. A la destrucción de sus cementerios y ser condenados a prisión por el solo hecho de tener por religión la fe bahá’í. En los últimos días de mayo, quince bahá’ís de diferentes ciudades han sido detenidos y condenados a largas condenas de prisión. Hace poco, en una audiencia judicial celebrada para un grupo de bahá’ís de Shíraz, el fiscal adjunto amenazó con «desarraigar» a los bahá’ís de la ciudad.

—La ONU se ha hecho eco de esta situación más de una vez pero, ¿ha cambiado algo en 40 años, cuando arreció esta persecución?

—A pesar de que los relatores de Derechos Humanos de Naciones Unidas siempre han citado en sus informes las persecuciones y que la asamblea plenaria de la ONU ha reiterado sus condenas, las autoridades iraníes hacen oídos sordos. Y hay que resaltar que Irán es la cuna de la fe Bahá’í.

—Con la recogida de firmas piden que el Gobierno español alce la voz… ¿confían en que la presión internacional ayude?

— Solo la presión internacional será capaz de aliviar la situación. Cuando los parlamentos de los países se pronuncian, se descubre que las autoridades de Irán no respetan los derechos humanos de los bahá’ís. Siendo que presumen de que en su país se respetan los derechos de las todas las religiones.

—En Irán hay unos 300.000 miembros, pero aquí no es un un culto muy extendido. ¿Cómo llegó a él?

—Luis, mi amigo de toda la vida, asistió a una conferencia y me la dio a conocer. Comencé a leer sobre su historia y sus principios, tanto sociales como espirituales. Hace 40 años que me uní a la comunidad.

— Y qué le hizo convertirse a esta fe?

—Dos ideas, la frase de Bahá’u’lláh «la Tierra es un solo país y la humanidad sus ciudadanos» y la revelación progresiva. Bahá’u’lláh explicó que solo hay un Dios que envía mensajeros divinos a la humanidad, para que la eduquen social y espiritualmente, reseñando que todos ellos han sido guías espirituales para la evolución de la humanidad.

— En Aragón, ¿cuántas personas forman parte de esta comunidad?

— Ahora mismo no conozco la cifra exacta, pero entre las tres provincias unos 150.

Se mueven mucho, forman parte del seminario de investigación para la paz, del laboratorio sobre la libertad de creencias de la universidad… ¿qué iniciativas baraja ahora la comunidad bahá'í en Aragón?

— Ofrecer, de hecho el proceso ya ha empezado, clases de valores para niños y actividades juveniles que ayuden al entendimiento mutuo en nuestra sociedad. La Comunidad Bahá’í tiene elaborados una serie de materiales didácticos que ayudan a entender y desarrollar el servicio que todo ser humano puede ofrecer a la sociedad.