Ha ganado más de mil carreras en su vida, ha montado 2.800 caballos. Este reflexivo jockey, con 33 años de experiencia en la competición, pasó ayer por Zaragoza para participar en un evento de Randstad, una iniciativa que tiene como objetivo difundir valores como el compromiso, la responsabilidad o la superación. No solo en el deporte, también en la sociedad.

­-¿De verdad ha ganado más de mil carreras de caballos?

-Sí, son muchos años de profesión. Llevo 33 años compitiendo. Debuté con 16, la edad a la que permitían empezar, y no he parado hasta hoy. Las interrupciones que he tenido han sido por lesiones, por la mili y poco más.

-¿Sigue en activo?

-Al menos hasta el final de año seguiré.

-¿Sabe cuántos caballos ha utilizado?

-Alrededor de los 2.800 en carreras. En total habré montado seis o siete mil. En nuestra profesión, los caballos no son nuestros. Normalmente trabajamos para entrenadores y propietarios, pero nos diferencia de otros deportistas que no tenemos contratos exclusivos. Es decir, estás obligado a correr con un caballo con quien tengas contrato, pero si no tiene, estás libre para montar cualquier otro. Eso te permite estar en más carreras, montar más caballos.

-¿En cuántas carreras ha estado?

-Más de siete mil.

-¿Cuánto influye el jockey y cuánto el caballo en una carrera?

-El caballo es todo. Es el deportista, el atleta supremo. Luego hay muchos factores alrededor del animal que son los que hacen que se gane una carrera. En la competición en sí, el jockey es capaz de hacerle ganar, pero también de hacerle perder aun estando para ganar. Tiene una influencia muy directa. Pero, claro, minutos antes el importante es el mozo que lo lleva al paddock. Y cuando lo están herrando el más importante es el herrador. Y diariamente el más importante es el entrenador, que dicta los trabajos que tiene que hacer ese animal. Sí es cierto que en la carrera es el jockey el que tiene toda la influencia sobre el resultado de la competición.

-¿Hay caballos con los que se compenetra enseguida?

-Sí, sí. Ahí es donde se marca la diferencia con otros deportistas. Yo, por ejemplo, soy una persona muy intuitiva con el caballo que monto. Me refiero a la sensibilidad, el tacto, la delicadeza… Intento que el caballo que no conozco sienta que soy su compañero, su amigo. Y luego guiarle de la forma más suave posible para que dé el máximo.

-¿Valdría la comparación con Marc Márquez? Siempre lleva la moto que gana, pero su compañero de equipo no. Y es la misma, o muy parecida.

-Hay que tener mucho tacto y mucha sensibilidad encima de una máquina, pero no deja de ser una máquina. La diferencia es estar encima de un animal, que es lo bonito. Para guiar cualquier máquina tienes que tener una sensibilidad y un tacto muy fino, tener talento como Márquez y que te la hagan a tu imagen y semejanza. Con los caballos es diferente porque somos nosotros quienes nos tenemos que hacer a imagen y semejanza del caballo. Cuando tienes ese plus eres capaz de adaptarte a cualquier tipo de caballo.

-Manda la perseverancia en su carrera. ¿Cuánto hay de fortaleza mental?

-En el deporte, una de las cosas más difíciles es la mentalidad. Te puede acompañar el físico y el equipo, pero la cabeza de un deportista es bastante complicada. Y aunque a la vista del público estés bien, muchas veces está mal.

-¿Se ha montado en algún caballo con el que ha pensado: ‘Con este ganaría todas las carreras’?

-Y al contrario también. Ha habido algunos a los que no he logrado adaptarme y he tenido que pedir que no me los dieran más. Pero sí, es cierto que ha habido caballos de los que me he enamorado. Pero con los caballos de carreras no puedes ser romántico porque duran muy poco. Si es muy bueno se va de semental, si es muy buena se va de yegua madre…

-¿El talento le viene de cuna?

-No. En mi familia no hay ningún deportista ni relación con caballos. Mi padre era anticuario, mi madre era peluquera, mi abuelo crupier…

-¿De dónde le sale la pasión por los caballos?

-Es raro, lo admito. Y más en España, que es un deporte minoritario, casi desconocido. En la época de EGB había un anuncio en TVE de una escuela de aprendices que llamó la atención. Me llevó mi abuelo al hipódromo de La Zarzuela y me inscribieron en un curso de año y medio. Me enseñaron a cuidar al caballo, a montar… Ahí empezó todo.

-¿Qué le ha inspirado en su carrera?

-Sobre todo la pasión y el amor. La pasión por la competición -de pequeño enseguida te enseñan a ganar­ pero también aprendes a perder, que es muy importante- y el amor por los caballos. Hemos perdido un poco la sensibilidad en estos tiempos.

-¿Por qué se han perdido tantos códigos éticos y morales en el deporte?

-Tenemos más prisa. Cuando te haces mayor te das cuenta de que hay tiempo para todo. No hace falta llegar a ser un gran deportista de joven, lo puedes ser de mayor. Alejandro Valverde, el ciclista, fue campeón del mundo con 37 años, algo que era impensable hace 15 años. Y desde los 30 ya le decían que estaba viejo… Se ha perdido el factor humano, creo que ahora lo estamos recuperando. Vemos que el equipo, la convivencia, es lo que logra las grandes cosas. Rafa Nadal, por ejemplo.

-¿Nadal sería el ejemplo perfecto?

-Claro. Nos perdemos en sus triunfos, pero él siempre habla de la gente que tiene alrededor. Es incluso demasiado bondadoso, insistiendo en que todo es gracias a los demás. Yo entiendo que le dé tanto valor a su equipo, pero él es un supercampeón.