Este fotógrafo zaragozano desarrolla una obra de corte intimista, centrada sobre todo en el blanco y negro, en la naturaleza y en los retratos. Sobre estos últimos, ahora vuelve a ofrecer su mirada y su cámara para llevar a cabo sesiones de estudio o en exteriores.

-Se tiran millones de fotos a diario, ¿cómo ve esa cultura de la imagen?

-Hay una parte que creo que es negativa por la cantidad de información que hay. Ahora todo el mundo tiene una cámara, pero se ve la diferencia entre quien sabe mirar y quien no. Todo esto te hace estar más dispuesto a centrar lo que sabes hacer y a mejorar. Quien busca algo diferente, creo que va a ir a buscar a un fotógrafo. La fotografía va más allá de hacer un disparo. Lo que no se puede enseñar es a mirar, que es lo más importante, más allá de un resultado técnico.

-Y usted, ¿cómo llegó a la fotografía?

-Mi primer recuerdo con ella es hacer fotografías con una cámara analógica sin carrete cuando era pequeño . Accionaba el obturador e iba recogiendo lo que había por casa. En la adolescencia volví a jugar un poco con las cámaras y se fue quedando. Fue un proceso bastante largo porque iba haciendo fotos que no iban a ningún sitio, pero fui encontrando un lugar donde quedarme y donde me sentía a gusto. Siempre he sido un poco tímido y a través de la cámara me siento a gusto.

-Hace retratos, pero también ha elaborado vídeo…

-Con el vídeo empecé con la idea de trasladar lo que hacía con la fotografía, darle movimiento y acción. Con las sesiones de retratos, lo que busco es ofrecer un recuerdo bonito y con un toque intimista. Y más allá del retrato clásico, estoy haciendo algo que se llama Retrato con tu niñez, que es un reencuentro con la infancia. Creo que tiene un resultado muy bonito. Los adultos somos niños disfrazados y estas sesiones ayudan a quitarse esa máscara sin olvidar al adulto.

-¿Cómo definiría sus obras?

-Intento enfrentarme a la fotografía de una manera muy sincera e intimista. Al final, se reduce a la gente que fotografío, gente a la que amo y que está en mi vida.

-Ha trabajado mucho en analógico, algo que ahora no se suele estilar…

-Hace un tiempo que no me meto a revelar pero es algo a lo que siempre voy a volver. Cuando me empecé a sentir fotógrafo de verdad es cuando me metí a un laboratorio y me encontré con la fotografía realmente. Lo siento como mi punto de partida, algo que me proporciona otro ritmo y otra cadencia. Lo que más me interesa del analógico es el proceso, más que el resultado final.

-Sobre todo utiliza el blanco y negro...

-No me niego al color, pero en el blanco y negro encuentro más familiaridad. He hecho cosas en color pero, al final, me quedo siempre en el blanco y negro. Hay algo psicológico también, con el blanco y negro centras mucho más la atención en lo que quieres mostrar. Al haber color, creo que distrae un poco.

-Además de la realización de retratos, ¿tiene ahora mismo algún proyecto entre manos?

- Siempre hay alguno que se va alargando. Ahora estoy haciendo un proyecto que va poquito a poco con mi compañera, Sofía Díaz. Consiste en juntar la fotografía con la poesía y ella se encarga de la parte poética. Y ahora voy a participar en una exposición de Cristina Huarte. Se expondrá en enero y parte de la exposición va a ser un vídeo performático y ritualístico del que me he encargado yo.