Su pasión se escribe con jota. Y la quiere viva. Cumple 40 años en escena y lo celebrará el 9 de noviembre en el Príncipe Felipe de Zaragoza. Este verano vive entre ‘Dos tierras’, y con una agenda llena. Abrirá agosto en Valderrobres y en el Festival del Somontano.

-¡Menudo verano lleva!

-¡Sí! Y con muchos proyectos, encima. Despido julio con Dos tierras, en el Festival de los Castillos, en Valderrrobres, el 1 de agosto; estaré el día 4 en Barbastro, con el Festival del Somontano... Y, a partir de ahí, ya será una locura con septiembre, octubre... Y en noviembre, ¡ni te cuento!

-Al revés... ¡Cuénteme! El 9 de noviembre celebrará 40 años sobre el escenario en una gala en el Príncipe Felipe de Zaragoza, que ha definido como su gran reto.

-¡Es que tengo tantas ganas de compartir esta fecha! A veces, los aragoneses menospreciamos lo que hacemos y, al hacerlo, no tenemos la capacidad de compartirlo. Pero debemos entender que mi éxito es el tuyo. Y el tuyo es el mío. En 40 años, he colaborado con tanta gente, que quiero compartir este día. Y más ahora, que tengo 50 años. Uno podría decir: «bueno, Miguel, ya podrías pensar en retirarte». Pero estoy en uno de mis mejores momentos, porque el físico me aguanta y la sabiduría de vivir me hace bailar de otra forma.

-Ya ha avanzado algunos de los nombres que compartirán ese escenario: La Mov, Nacho del Río, o Alberto Artigas, que ha puesto música a sus espectáculos...

-Hay algunos que son imprescindibles, como Alberto, como Pardinilla o la gente del flamenco, o los tambores de Albalate del Arzobispo. O Jorge Gay, Pepe Cerdá o Martínez Tendero, que son artistas con los que he trabajado. Son tantos...

-Hay homenajes a grandes aragoneses, como Buñuel, Goya, Saura o Cajal.

-Con Ramón y Cajal tenía una deuda, y mi amigo Alberto Jiménez Schuhmacher, me está ayudando a descubrir al personaje. Y luego, por supuesto, está el hilo de Carlos Saura, con quien he trabajado tres veces. Eso fue increíble. Hay una entrevista en el 2001 en la que yo decía: «Mi sueño es trabajar con Carlos Saura». Y se cumplió. Y mira que queda mucho por descubrir de él. Por ejemplo, la película Jota es algo que se entenderá en 10 o 15 años.

-Por supuesto, sobre el escenario, estará Manuela Adamo. Su Manuela.

-Es que ella es clave. Manuela ha sido el enlace a muchas cosas, quien me ha hecho reflexionar, investigar, tirar del hilo, navegar en la historia... Es italiana y a través de ella empecé a descubrir todo lo que unió a los territorios de la antigua Corona de Aragón y ver los vínculos, que son muchos más de los que pensamos.

-¡Y hasta cantará en el espectáculo!

-Es que yo, de niño, cantaba mejor de lo que bailaba. Al menos, en cuanto al número de premios. Pero, cuando tuve que hacer el cambio de voz, opté por dejarlo. Y quiero recuperar eso. Cuando terminábamos en los festivales folclóricos, cantábamos Los labradores... Y yo era feliz. Hay quien piensa que yo reniego de la tradición. ¿Cómo voy a hacerlo? Al revés, en el espectáculo también habrá una parte de reencuentro con ella. Con toda esa parte de mi vida. Con el niño que fue feliz bailando y cantando su tradición.

-¿A qué edad empezó a bailar?

-Yo empecé con 7 u 8 años. Conocí la jota en Santa Isabel, en el colegio. Con 10, actuaba ya en un grupo. Trabajaba entonces por amor al arte, claro. Y si hubiera hecho falta, hubiera pagado por actuar.

-¿Por qué quiso revolucionar la jota?

-No tengo la sensación de que haya sido así. Lo que he intentado en actualizarme. En otras músicas, como el flamenco, se ha hecho. Y eso ha permitido que esté vivo, no solo en los escenarios, sino en la calle. Y lo mismo encontré cuando fui a Italia, la tradición estaba viva. Y este es el punto que nos falta aquí. Yo recuerdo cómo vi un espectáculo de Cristina Hoyos, que sí me cambió. Pensé: «si eso lo hacen con el flamenco, lo podemos hacer con la jota».

-En diciembre, en la presentación de entre ‘Dos tierras’, en el IACC Pablo Serrano, logró poner a la gente a bailar...

-¡Claro que sí! Tenemos que bailar la jota, como bailamos un vals o un pasodoble. Mira, la jota es un ternario (se pone a chasquear y tamborillear la mesa). ¡Nos tendríamos que poner a bailar! ¡Levanta!

-(risas, baile)... Dice que la jota le ha regalado mucho, pero usted nos ha dado momentos inmensos, valga este último como prueba (risas). Yo le recuerdo en París, cuando le concedieron la Expo a Zaragoza, bailando con esas castañuelas que le hizo su padre, que eran dos gotas.

-Ahí salí a darlo todo. Además, tuve que bailar en moqueta, que podía haberla montado muy gorda. Pero dije: aquí salgo a dejarme la vida. Y esa sensación me ha acompañado siempre, actúe ante cinco personas o ante 150.000 como en Italia. En los últimos años, son casi 25 estrenos los que hemos hecho. Espectáculos inmensos en Nueva York, en Cuba, en Japón. Cada experiencia es un regalo. Soy un privilegiado. H den