Montó Copiloto Emocional, «vuelos de vida sin motor», tras superar un cáncer. Licenciada en Trabajo Social, a sus 32 años aúna formación y experiencia para ayudar a quien quiera a atravesar los momentos más difíciles de su vida.

—Debe de ser una de las pocas personas que se ha preparado para superar un cáncer sin saberlo.

—Sí. Estudié Trabajo Social y luego me especialicé en educación socioemocional. Fui enfocando poco a poco mi carrera a la gestión de lo emocional, pero cuando ya había terminado la formación de base, llegó la vida y me puso a prueba, retándome a algo así como poner todo eso en práctica: ‘Te va a tocar pasar por un cáncer, a ver cómo lo haces’, me dijo.

—¿Y cómo lo hizo?

—Tuve que pasar el pack completo, con quimio, radioterapia preventiva… Ahí tuve que usar todas esas herramientas que había aprendido pero que solo utilizaba para ayudar a otras personas. Así que lo superé de una manera bastante positiva.

—¿Fue muy largo?

—Entre unas cosas y otras, un año. Pero no puedo decir que fuese un mal año de mi vida, aunque obviamente hubo momentos desagradables. Pero tuve mucha gente alrededor apoyándome y me expresé de la manera que me salió.

—¿Qué quiere decir?

—Hay lenguaje con el que no me siento identificada, como eso de que tienes que estar siempre fuerte y luchar. Tampoco entendía muy bien eso de tener que estar siempre fuerte en los que previsiblemente iban a ser los peores momentos de mi vida. Si cuando estás bien no estás todos los días a tope, cómo lo vas a estar en esas circunstancias. Yo decidí disfrutar del proceso.

—¿Cuánto aprendió?

—Mucho. Estaba trabajando en una panadería, nada que ver con lo que había estudiado, y durante el proceso decidí que no quería volver a ese trabajo y que quería utilizar mi experiencia y mi formación para ayudar a otras personas. Mi meta, mi misión, era que si podía ayudar a una sola persona a quitarle algo de drama a su proceso de cáncer, yo ya estaba satisfecha. Así monté Copiloto Emocional.

—¿Qué es?

—Un proyecto para acompañar a personas desde la gestión emocional para que la vivencia que pasen sea más positiva. Copiloto porque el protagonista del proceso es el paciente y emocional porque está centrado en la gestión de las crisis.

—¿Qué balance hace?

—Muy satisfecha, sobre todo porque hace un año entré en una programa de la Universidad con Zaragoza Activa. Se llama MIE (Mediación, Innovación, Emprendimiento) y entran proyectos con algún tipo de fin social. Desde febrero trabajo para crear comunidad y he organizado varios eventos con expertos. Tenemos a la vista uno para el 11 de septiembre en el que vamos a hablar de la muerte y cómo preparar ese proceso.

—¿Qué es lo primero que se le dice a una persona ante una enfermedad grave?

—Lo primero es respetarle muchísimo, escucharle muchísimo. Todos queremos ayudar, pero nadie nos ha enseñado a hacerlo y empezamos con el ‘deberías contarlo, deberías hacer tal, deberías hacer cual, deberías, deberías…’. Pero es más interesante escuchar. A veces basta simplemente con el silencio y estar a su lado.