Leonor Zúniga ha presentado en Zaragoza Exiliada, el primer documental sobre la historia de Zoilamérica Ortega Murillo, hija adoptiva del presidente de Nicaragua y líder de la revolución sandinista, Daniel Ortega, al que acusó públicamente de violación en 1998, e hija de la actual vicepresidenta, Rosario Murillo. La película muestra una perspectiva de su vida en el exilio impuesto como castigo por atreverse a enfrentarse no solo a su abusador, sino a todo el sandinismo. Gracias a Amnistía Internacional y SOS Nicaragua, habla desde su destierro, que pasa estos días por España.

—Sorprende de entrada el nombre de la protagonista de su historia, Zoilamérica, nada común por aquí.

—Es muy original incluso en Nicaragua. No conozco a otra persona que se llame Zoilamérica. En el proceso de producción del film fue interesante en el sentido de que, como la producción fue anónima, cada vez que me escribía con ella o hablaba sobre ella en el trabajo, siempre la citaba como Ana. Ella también me llamaba así. Si estás en un café en Nicaragua y dices Zoilamérica, todo el mundo sabe a quién te refieres.

—¿Cómo surge ‘Exiliada’?

—Tenía un nudo en la garganta con las víctimas de abuso sexual que tienen el valor de denunciar. ¿Qué pasa cuando denuncian a un miembro de su familia? Entre mis amigas, había varias que me contaban que habían sufrido abuso sexual dentro de su familia. En los casos menos extremos, entre comillas, después de haber hecho la denuncia la familia les pedía que la retiraran para evitar el escándalo, por la unidad familiar... Así que la familia mantenía una relación funcional con el abusador.

—¿Y en los casos más extremos?

— Es el de Zoilamérica, que fue expulsada de su país por atreverse a hablar. Yo quería explorar eso, cómo la familia actúa como una estructura de opresión para estas víctimas.

—¿Cómo conoció a Zoilamérica?

—En el 2016. Me puse en contacto con ella por correo en el que le mostraba la seriedad con la que quería hacer mi trabajo. Le expliqué que quería hacer un documental que fuese mi tesis de la universidad. Le dije que no deseaba que fuera un film de odio contra sus padres porque no se trataba del escándalo político, y que no le iba a preguntar detalles del abuso sexual.

—¿Tuvieron que hacer el rodaje en secreto?

—Sí. Todo el proceso, hasta el 19 de marzo que lo hice público cuando el film fue seleccionado para el festival Hot docs de Canadá. Sorprendió mucho por el tráiler y porque era el primer documental que se ha hecho sobre la historia de Zoilamérica.

—Visto el relato en la distancia, resulta escalofriante ese triángulo que forma con sus padres.

—En Nicaragua nos pasa lo mismo. No sé si es la única pareja del mundo donde el presidente y la vicepresidenta son marido y mujer, lo cual denota una perversión del estado familia en su máxima expresión. Sorprende porque son figuras públicas y tendemos a pensar que ahí no pasa, pero ni Daniel Ortega es el único abusador que culpa a la víctima ni Rosario Murillo es la única familiar que se vuelve en su contra. Ese fenómeno del silencio y la impunidad alrededor del abuso sexual en la familia es extremadamente común.

—Parece que esa cultura del silencio tiende a desaparecer.

—Eso está cambiando por el esfuerzo que hace muchísima gente en hablar del tema, pero queda una tarea muy larga por delante. Sin embargo, denunciar hoy en día sigue implicando una ruptura fuerte para la víctima, que va a ser llamada mentirosa, que la van a perseguir, que la van a perjudicar...

—¿Cómo es posible que, tras un suceso tan conocido, Daniel Ortega fuese elegido presidente?

—Yo me preguntaba lo mismo. ¿Cómo es que su carrera no terminó en 1998, cuando su hija lo denunció? Creo que, en general, se cree que es cierto y por eso todavía es más perverso. Pero la gente tiene una distorsión de la realidad y piensa que se puede separar la realidad moral individual de esa persona en el ámbito privado de su capacidad pública. Es decir, hay gente que cree que Daniel Ortega puede ser un abusador sexual y al mismo tiempo un presidente democrático. El abuso sexual es otra expresión de abuso de poder y en un líder de ese tipo lo único que vas a tener es un dictador.

—Zoilamérica fue más que una víctima. Se convirtió también en una enemiga política.

—Claro. Cuando haces una denuncia de este tipo, estás desafiando ese abuso de poder y se vuelve inmediatamente un abuso político. En este caso, Zoilamérica no solo ponía en jaque la unidad de la estructura familiar, sino la unidad del partido y el legado del líder de la revolución sandinista, de ese hombre que a Zoilamérica le decía: «Yo soy la revolución». Ellos prefirieron su estatus de poder a su hija.

—Dicen que Nicaragua está peor que nunca. ¿Está de acuerdo?

—Sí, muy de acuerdo. Nicaragua es una dictadura desde hace muchos años, montada sobre fraudes electorales y con abuso de poder. Estamos conviviendo con violencia hace mucho tiempo, pero el año pasado explotó con mayores protestas y el Gobierno decidió utilizar paramilitares, policías y el ejército para asesinar personas. Esa situación se ha transformado en algo distinto, pero continúan los asesinatos en el campo, allí donde no hay celulares con los que grabar y enseñar al mundo. Hoy mismo (viernes 15 de noviembre) la Policía se llevó a 12 personas sin ninguna explicación y nadie sabe nada de ellos.

—¿Significa que no trasluce lo suficiente?

—Los medios de comunicación siguen confiscados y hay 70.000 nicaragüenses, incluidos muchos periodistas, en el exilio. Además, la crisis económica es galopante. Si nada cambia, la situación solo va a ir empeorando. Pero estamos en un contexto latinoamericano donde hay muchas crisis en muchos países. Eso provoca que sea difícil darle el justo lugar a las graves violaciones de derechos que están sucediendo en Nicaragua.

—Socióloga, cineasta, activista... ¿En qué lugar la encuadramos?

—Ahora mismo cineasta. En el cine puedo combinar las tres cosas.

—¿Ha tenido represalias por ‘Exiliada’?

—No puedo vivir en mi país. Me fui una semana antes de anunciar que había hecho la película. Hay que tener en cuenta que allí, por cosas tan menores como que una persona saque la bandera de Nicaragua con un rótulo que pida democracia, te pueden llevar a la cárcel.

—¿Alguna amenaza?

—No. El Gobierno ha decidido ignorar el tema, no lo mencionan hace 15 años. Eso no quita para que a la misma Zoilamérica la forzaran a irse. Hasta ahora no me ha pasado nada, pero prefiero no averiguar qué ocurriría y por eso estoy fuera.