Pikichela, como así se la conoce en su faceta artística, ha materializado una colección de joyería contemporánea bajo el nombre ‘los coños dorados’, donde plasma la necesidad de dar visibilidad al sexo femenino.

—¿Cómo se le ocurrió sacar la colección de joyería de ‘los coños dorados’?

—Siempre me ha gustado leer sobre el feminismo y me siento muy identificada con el tema. Mi primera pieza reivindicativa fue la colección las tetas galácticas. Y a raíz de un encargo fotográfico sobre violencia de género e igualdad, retomé unos dibujos sobre la representación del sexo femenino, les puse nombre y los transformé.

—¿Qué razón tiene?

—Para romper con la cosificación del cuerpo de la mujer y con el tener que adaptar nuestros órganos sexuales a un mismo cánon de belleza ficticio que elimina la diversidad. Como fotógrafa me quejo de que la publicidad nos imponga un solo modelo. Por eso en mi Instagram se pueden ver otras representaciones del cuerpo femenino. A la vez, hablo de la reapropiación del cuerpo femenino, que siempre ha estado relegado y postergado. Intento nombrarlo y mostrarlo, por el tema de lo que no se nombra no existe. Y elijo la palabra coño para conjurarla y limpiarla. Llevar esta joya colgada tiene un valor añadido por el discurso que hay detrás, que nos da poder.

—A Megumi Igarashi le han multado en Japón por reproducir en 3D su vagina. ¿La suya es una pieza realista?

—No, la intención es más bien poética y onírica. Es lo que yo traduzco del órgano femenino. Eso sí, todas las piezas, sean pendientes, colgantes o broches, que por cierto son unisex, están hechas a mano, de una en una, sin moldes, porque quiero ser honesta con mi discurso.

—¿Y el dorado?

—Aporta una connotación psicológica y espiritual. Nos han hecho ver que el órgano sexual femenino es algo que no se tiene que mostrar, que es sucio... Pues no, es bello, bonito y dorado.

—¿Dónde se pueden comprar?

—Con cita previa a través de Instagram o vía mail. Vendo más en Madrid y Barcelona que en Zaragoza, porque es complicado. Gusta, pero la primera reacción es de sorpresa. Luego, hay quien lo rechaza, a quien le gusta el discurso pero no se atreve a ponérselo y quien no tiene problema en llevarlo, como la actriz Nuria Gago, por ejemplo.

—¿Cómo empezó en la joyería?

—Siempre me ha atraído, pero a nivel más profesional fue hará unos cinco años, cuando me llamó la atención un reportaje sobre joyería contemporánea basada en la experimentación y en materiales alternativos. Empecé a jugar con ellos y pensé, ¿por qué no los materializo? Y como si fuera un hijo que va creciendo poco a poco, me he reencontrado con una disciplina que me llena.

—Y llegarían las primeras colecciones...

—Mi primera colección fue el broche Nube. Una pieza con la que quise hacer un guiño a René Magritte. Luego vino la de pendientes Supremastistic, inspirada en Moholynagy. Y la de Apotema, de pendientes en forma de hexágono. Del resto, la que más está dando que hablar es la de los coños dorados. En estos momentos estoy trabajando con la hija del mar, de pendientes cerámicos de gran tamaño, pero todavía no la he terminado.