Cocinero antes que fraile, es el gran defensor de los taxistas en Zaragoza, donde trata de acabar con la impunidad de ese mundo. «Se siente una gran indefensión», dice el abogado, que también lleva a policías y guardias civiles.

—No es una historia común la de abogado y taxista.

—No. Me hice taxista con 19 años. Mi padre era taxista, mi abuelo también, mis tíos... Cuando estudiaba Derecho iba a la facultad con mi taxi. Primero fui pasante, luego me empezó a ir bien y me alquilé un despacho compartido. Crecí en clientes, me independicé, me compré un despacho, luego me vine aquí...

—Ha ido muy rápido.

—Llevo solo 6 años colegiado, aunque en este mundo llevo más porque en segundo de carrera ya era pasante.

—La especialización le vino casi sola.

—La asociación de taxis me hizo su abogado y soy uno más. Me siento su compañero porque es lo que he vivido toda mi vida. Fui taxista once años.

—¿Por qué decidió estudiar Derecho?

—La historia va más allá. Primero me hice piloto de avioneta. Había que empollar un montón, pero me fue muy bien y me di cuenta de que valía para estudiar. Me saqué el título de piloto, luego hice el curso de acceso a la universidad de mayores de 25 y entré en la Facultad de Derecho.

—¿Tenía la vocación oculta?

—Mi madre me contaba que desde pequeño, cuando veía por la calle una placa de abogado, le decía que yo de mayor iba a ser abogado. Pero fui un poco bandarra en la adolescencia y tenía a mano el taxi, que era lo que había vivido siempre. Estuve diez años trabajando de noche, pero me di cuenta enseguida de que había mucha indefensión en ese mundo.

—¿Tuvo algún problema personal?

—Sí, claro. Vomitaban dentro del taxi, se meaban, me intentaron pagar con droga, en carne… Me pasó de todo, ahí realmente te sentías indefenso. No te pagaban una carrera y no pasaba nada. Es un trabajo en el que te sientes muy desprotegido porque hay mucha impunidad.

—Así que se puso manos a la obra.

—Sí. Y empecé a regular las estafas. No pagar un taxi ahora sale muy caro. La sentencia más alta que tengo son 900 euros de multa por una carrera de 6 euros. Y en el caso de que no la pagase, que la pagó, mes y medio de prisión.

—¿Cree que los taxistas se empiezan a sentir menos indefensos?

—Creo que sí. A mí me viene un taxista que le han dejado de pagar una carrera de 6 euros y le ayudo. Igual otro abogado no quiere, pero es que a mí me molesta porque lo he vivido. Y no por los 6 euros, es que se merece un reproche penal.

—Hasta que la sociedad se dé cuenta de que no pagar es caro.

—Claro. Se tienen que dar cuenta de que no pagar es un delito leve de estafa. La sensación que quiero que exista es que, si no pagas un taxi, la vas a pagar. Tengo unos dos juicios a la semana de estafas de taxi. Es algo demasiado común, sobre todo por las noches. La gente se baja del taxi y se va, así...

—¿Taxista y abogado se parecen?

—Ayudas a la gente, ambos en esa función que es un poco de psicólogo. A unos los llevaba a Urgencias y a otros les aconsejo en el despacho.