‘Coach’, formadora y madre, que acompaña a mamás y futuras mamás que se encuentran algo perdidas. Este viernes (17.30) imparte un taller de disciplina positiva ‘Educar sin premios ni castigos’ en Sabáh (calle Jerónimo Blancas).

—¿Es posible educar sin premios ni castigos?

-La verdad es que sí. Es un proceso y a veces es un reto porque estamos acostumbrados a una educación en la que se castigaba si no se hacían las cosas bien o se daba un premio si se hacían bien. En este caso, lo que se hace es dar a los papás unas herramientas para que a los niños les den la oportunidad de que ellos decidan cómo hacer las cosas y qué consecuencias tiene si las cosas no se hacen como se ha decidido. No es un castigo ni un premio, sino que ellos son conscientes de lo que se puede y no se puede hacer y lo que se ha acordado previamente en una familia.

-¿Y por qué la educación ha evolucionado hasta llegar a esta situación?

-Cuando damos un premio o estamos castigando a un niño por algo que ha pasado, muchas veces aparecen las etiquetas: Te has portado mal, eres malo o al contrario, eres un niño obediente… una etiqueta cuesta seis segundos ponerse pero toda la vida quitárnosla. El trabajar de esta manera hace que esto vaya desapareciendo.

-Hábleme de esas herramientas de disciplina positiva.

-Hay infinidad, pero una de las que se aprende en los primeros talleres es el cerebro triuno o el cerebro en la palma de la mano. Aunque creamos que tenemos un único cerebro, realmente tenemos tres, el racional, que está en el cerebro propiamente dicho; el emocional, que está en nuestro corazón; y el visceral, que está en la parte de las tripas, del estómago. Es el cerebro cocodrilo, que se llama. Se representa en la mano (palma, pulgar y resto de dedos) y no podemos ir con la palma abierta porque iríamos siempre enfadados. Pero si los dedos recogen al pulgar sobre la palma, estamos integrados y entonces podemos hablar con nuestro hijo, con la pareja... Los niños con ese juego se dan cuenta cómo está su cerebro y lo pueden manifestar.

-¿Qué padres van a sus talleres?

-Vienen mujeres que se han enfrentado a ser madres y muchas veces les viene grande, vamos a decirlo así, y necesitan ese algo más. Estamos agotadas y las mamás necesitan herramientas para no sentirse mal, que es cuando se empieza a gritar. A los talleres pueden venir cualquier mamá o papá que quiera aprender una manera distinta de educar a los niños. No es mejor ni peor. Hasta ahora lo estamos haciendo lo mejor que podemos; y estas herramientas facilitan el buscar soluciones útiles en lugar de enfadarnos y reñirles.

-¿Hasta qué edad podemos plantearnos rectificar?

-Yo no pongo edad. Debes estar predispuesto a regalarle a tu hijo algo como descubrir sus emociones y solucionar lo que está pasando de forma útil.

-¿A los políticos les haría falta también esa disciplina positiva?

-Lo primero es que integren su cerebro para que se pongan a hablar. Deben recapacitar y ver qué pueden hacer para encontrar esas soluciones que sean útiles para sí y para esa pertenencia, porque el Congreso es también un círculo de pertenencia, como lo es una familia.