Las voces de los refugiados suenan en su ‘Ruta al Exilio’, libro que presentó en Zaragoza. Con ellos estuvo en los campamentos de Grecia y Austria. Haciendo ese periodismo a fuego lento que le desgasta las suelas. Que le apasiona.

-Empecemos por el principio. ¿Qué es ‘Ruta al Exilio’?

-Es un libro que viene a responder a la pregunta de qué es lo que ocurre en la vida de quien que huye de Siria, Irak o Afganistán hasta Europa, a través de las voces de los refugiados. Personas que escaparon de las bombas y acabaron encontrando una realidad que no esperaban. El libro cuenta experiencias reales en un intento de humanizar un flujo migratorio que solo se ha visto reflejado en números. Yo quería ponerles nombre. Saber cómo era la vida en su país, como tomaron la decisión, cómo es el pago con los traficantes, cómo es la travesía hasta Grecia... Los números se nos olvidan, pero la historia de las personas, no.

-Dice que nos falta información de algo de lo que se habla mucho en medios...

-Se ha hablado, pero ¿de qué forma? En números, en muertos, en imágenes impactantes. Pero hay mucho que no sabemos. En el caso de Siria, el conflicto comenzó en 2011, pero el flujo comenzó en 2015. ¿Qué lleva a una persona a tomar la decisión de huir? Los casos que cuenta el libro son terribles. El protagonista del primer capítulo huyó porque tenía un nombre compuesto que se convirtió en su pesadilla. Por ese nombre, el Estado Islámico le consideró chií.

-¿Cómo nació este libro?

-Me fui a Grecia en el 2016. Mi idea era documentar la situación de los refugiados. Creía que era preciso este periodismo a fuego lento, el que te permite empaparte de las personas. En Grecia, hice varios reportajes. Y un trabajo Fundación Por Causa, que promueve el periodismo de investigación. A la vuelta, hablé con la directora del material que tenía, que era mucho. Ahí empezó todo.

-¿Mantiene relación con alguno de los protagonistas de su libro?

-¡Con todos! A veces, los periodistas queremos que nos cuenten esas historias tremendas y se nos olvida que detrás de esa persona hay una víctima.

-¿Qué historia le impresionó más?

-Todas. Y, sobre todo, el ambiente de cansancio, de desesperanza y de frustración en el que viven. Solo ver eso, sin pensar en la mochila que arrastran, te deja tocado... Y luego hay miles de situaciones. Se te rompe alma cuando ves a esos críos que echan de menos ir al colegio.

-¿Su objetivo es remover conciencias?

-Y poner de manifiesto la actitud de Europa, que ha sido hipócrita, no ajustada al marco de respeto de derechos humanos y de acogida. No es cuestión de ser solidario, sino de respetar el marco legal de una persona que es solicitante de asilo. Cuando alguien huye de la guerra y la violencia, ni una valla ni el mar van a ser un impedimento. Europa ha dejado mucho que desear en sus actitudes.

-Habla del periodismo a fuego lento, como ‘freelance’ y en escenarios difíciles. ¿Qué hace que le compense?

-Yo a veces me lo pregunto. Tendría miles de razones para no seguir en esto. En el plano económico, en el emocional... Pero no entiendo mi profesión sin estar pegado a la calle. Creo que puedo medir mi trabajo en función de cómo están de desgastadas mis suelas.