Es pedagoga especializada en educación para la paz y el desarrollo. El día 29 ofrecerá una formación, organizada por la Federación Aragonesa de Solidaridad, en la que abordará cómo ha influido la pandemia a la hora de educar para la ciudadanía global.

—¿En qué consiste la educación para la ciudadanía global y para el desarrollo?

—Se centra en el concepto de ciudadanía global, que es que todas las personas tenemos unos derechos y unas responsabilidades pero, en un mundo globalizado, esas responsabilidades tienen que trascender el ámbito local para ser ciudadanos del mundo. Y cuando hablamos de educación para la ciudadanía global, lo hacemos de un proceso de formación tanto de conocimientos, como de competencias y valores que van orientados a promover esa idea de que somos ciudadanos y ciudadanas del mundo.

—¿Y cómo ha afectado la pandemia a la hora de educar en este contexto?

—La pandemia ha afectado a todos los ámbitos de la vida y, por lo tanto, también a la educación. Y para las organizaciones de desarrollo y sociales que tienen programas de educación para la ciudadanía global, la manera de abordarlo tiene que ser, por una parte, ofrecer claves para entender lo que está pasando pero también claves que se hagan con unos valores que tengan que ver con la solidaridad, con la justicia, con igualdad. Y eso, en relación a la pandemia, significa abordar cómo afecta de manera distinta a los sectores más vulnerables y pobres que a los más pudientes, afecta de manera desigual según el país donde vivas. Esas diferencias en el impacto significan que hay que atender las necesidades de los colectivos más vulnerables. Y, por otro lado lado, también afecta en las respuestas que se dan a la pandemia, que el enfoque de derechos humanos esté presente y eso pasa por garantizar el acceso a la salud de todas las personas o evitar que las situaciones de emergencia puedan ser utilizadas para recortar derechos, entre otros asuntos.

—¿Nos ha podido hacer más egoístas esta crisis?

—Están las dos cosas. Por una parte, hay gobiernos que han utilizado la idea de que nosotros tenemos que estar en primer lugar, de que tenemos que tener los medicamentos o las vacunas en primer lugar al margen de lo que pase en otros lugares. Pero eso se muestra bastante equivocado porque la pandemia no tiene fronteras y no puedes garantizar la seguridad para una parte y pensar que vas a estar a salvo. En este momento, la pandemia exige respuestas globales y ese tipo de comportamientos han pasado en España entre comunidades, que no querían una gestión nacional de los suministros que hacían falta. Pero me gustaría resaltar que ha habido desde muchas organizaciones de la sociedad civil, especialmente durante el confinamiento, múltiples iniciativas para atender las necesidades de la gente.

—-Como las que mostraron mediante la campaña de TICambia ‘Que lo esencial deje de ser invisible’...

—Se hizo fundamentalmente en redes sociales y la página web para visibilizar esas iniciativas de solidaridad ante una situación tan compleja. Surgió a raíz de todos los discursos de odio que se difundieron por las redes en un primer momento y que trataban de utilizar la situación para debilitar la democracia, atacar al gobierno y la gestión. Y la mejor manera que se nos ocurrió para neutralizarlo era visibilizar que una parte de la ciudadanía bastante mayoritaria no estaba en esa clave, sino que buscaban tratar de ayudar a su vecino, hubo empresas que llevaron alimentos a los hospitales, transportistas que llevaron a los sanitarios… Difundir el mensaje de que hay muchas organizaciones y personas que están trabajando en otra dirección.

—¿Es más difícil ahora educar en la solidaridad?

—Hablar de la pandemia en este momento es una obligación en el ámbito educativo. Hay que abordarlo sobre todo para tratar de entender lo que está pasando. No sé si es más fácil o más difícil. Pero creo que la mayor parte del profesorado en el ámbito formal y en las organizaciones que tienen proyectos educativos se han visto en la necesidad de abordar esta cuestión desde cuestiones muy básicas. La solidaridad, de alguna forma, es cuidarte a ti y cuidar que los otros no se contagien, y eso tiene mucho que ver con los valores de solidaridad.

—Proyectos solidarios y también discursos de odio… ¿ha sido la pandemia un motor de acción?

—Sí, pero creo que los medios son un gran altavoz de estos mensajes de odio de la ultraderecha, se les da un espacio que es desproporcionado para lo que son significativamente. Y sí que aparecen invisibilizadas todas estas iniciativas porque, a lo mejor, desde la lógica de los medios, no tiene tanto interés. En el caso de las redes sociales sucede lo mismo. Se han inundado en muchos casos de bots, que han creado muchísima angustia y ansiedad y que parece que es más de lo que realmente es. Es importante conocer esas iniciativas porque hay una parte importante de la ciudadanía que se siente en esa clave y que no está contenta con la polarización, que es una estrategia de la ultraderecha.