Este matrimonio regenta en la calle Sobrarbe la churrería La Bola de Plata, que en el 2020 cumplió cien años. El abuelo de Mari Carmen, que es la que responde en esta entrevista, la fundó en La Rioja en 1920, pero pronto se instaló en Zaragoza.

¿Que un negocio cumpla cien años es casi un milagro en los tiempos que corren?

Totalmente. No lo sabemos seguro, pero posiblemente seamos la churrería más antigua de Aragón. La Bola de Plata superó la guerra civil y varias crisis económicas. Esperemos que hagamos lo mismo con esta pandemia. Si tenemos salud seguro que lo conseguimos, porque, además, en los últimos años cada vez tenemos más clientela que no es del barrio.

Cuéntenos la historia de La Bola de Plata. ¿Quién la fundó?

La fundó mi abuelo, que era riojano, en 1920. Comenzó de ambulante por diferentes pueblos de La Rioja, pero al poco tiempo ya se instaló en Zaragoza. Tuvo una churrería en una caseta de ladrillo en la Puerta del Carmen y luego compró un edificio con local en la calle Gil Berges donde ya se instaló fijo. Ahora esa casa ya ni existe. Después todo pasó a los hijos, a los sobrinos y ahora a su nieta, que soy yo. Mis padres la tuvieron en El Tubo y en la plaza Salamero. En esta última ubicación estuvieron 14 años también en una caseta ambulante.

¿Cuándo aterrizó usted en el negocio?

Yo hasta que me casé estuve en la churrería, pero después nos fuimos de ferias con una tómbola, que era otro negocio que tenía mi padre. Con la crisis del 2008 la tómbola comenzó a bajar mucho y decidimos volver a la churrería. En la calle Sobrarbe llevamos fijos más de ocho años.

¿Tienen relevo generacional?

No tenemos hijos, pero sí sobrinos y no lo descartan. Ojalá continúe porque sería una pena cerrar un negocio centenario.

¿Los churros se pasarán alguna vez de moda?

Yo creo que no desaparecerán nunca. Ahora hay más bollería y muchos más productos donde elegir, pero a los niños, por ejemplo, les siguen encantando los churros.

¿Cuál es el secreto para elaborar un buen churro?

Solo llevan harina, agua y sal, pero lo importante es hacerlo con cariño. Y luego la clave es utilizar buena materia prima. El aceite debe ser bueno y nunca quemarlo. Para ello lo óptimo es que esté en torno a 190 grados; nosotros tenemos un termómetro para controlarlo en todo momento. La limpieza de la caldera también es clave.

¿La pandemia les ha golpeado mucho?

Aún se percibe algo de miedo pero la gente también tiene ganas de salir y recuperar su vida habitual. Cuando reabrimos el 4 de mayo recuerdo que los vecinos se alegraban mucho de vernos porque era como volver en cierta manera a la normalidad. Nosotros dependemos mucho de la temperatura. En invierno vendemos mucho más que en verano. De hecho, en junio y julio solo abrimos los fines de semana por la mañana y en agosto cerramos.

Con esto de la pandemia han tenido que retrasar el aniversario...

Hacerlo lo haremos, pero no sabemos cuándo. Lo queríamos haber hecho en mayo coincidiendo con las fiestas del barrio e incluso lo teníamos hablado con la asociación, pero no pudo ser. Lo haremos cuando todo vuelva a la normalidad. Regalaremos churros entre los vecinos y brindaremos con cava.