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Es cofundadora de la ONG Estrella de la Mañana, que busca conseguir 37.000 mascarillas para la zona donde operan en India. Con un vale de 10 euros, que se puede adquirir onlineonline y en algunos comercios físicos, se contribuye a la fabricación de cien y sortearán un lote de regalos entre los participantes.

—Conseguir 37.000 mascarillas para India... ¿Cómo surge esta iniciativa?

—Tenemos un centro con jóvenes ciegos y estudiantes de bachiller que viven allí para poder estudiar. Cuando marcaron el estado de alarma en india, no todos se pudieron marchar; trabajamos en una zona rural, con comunicaciones irregulares. Se han quedado viviendo en el centro 4 o 5 alumnos. Con esta situación, ahora colegio no hay, empezaron por su cuenta a hacer mascarillas con los medios que había. Repartieron casi 10.000. Cuando se endurecieron las medidas en el país, obligando a llevar mascarillas, la gente debe comprarlas en las farmacias y no tiene recursos, casi todos en esas zonas viven en economías sumergidas. En esta situación, nos han demandado las 37.000 mascarillas.

—Así que aceptasteis la propuesta...

—Hemos decidido contratar a más gente para que vaya haciendo mascarillas. En nuestro centro tenemos también talleres de costura para los cursos. Nos falta la mano de obra y el material y nos pareció una barbaridad decir que no. Con los pocos recursos que tenemos también les hemos proporcionado comida, jabón... En las ciudades, el gobierno está apoyando más y a las zonas rurales llega poco y mal; la gente no se puede financiar el gasto del jabón y la mascarilla.

—¿Qué tal está siendo la respuesta al reto?

—Muy bien, la verdad. Un sorteo nunca habíamos hecho y nos ha sorprendido. Llevamos casi mil euros recaudados. Los vales se pueden comprar online y estamos repartiendo en espacios físicos, ya que hay gente que les cuesta, a unos por entrar en internet y a otros porque en este momento empieza a haber desconfianza en las redes. Tenemos vales físicos, por ejemplo, en la copistería Arenal. Vamos a empezar a repartir en más tiendas y creo que nos dará más empuje.

—La gente sigue siendo solidaria...

—Una barbaridad, es impresionante el nivel de apoyo tanto aquí, que buena falta hace, como en los proyectos de fuera. Creo que hay, afortunadamente, mucha gente que tiene un concepto global. Si en África, sudamérica o India esto se desborda, el virus o el hambre, esto afecta a todo el mundo. Estamos todos, de alguna, manera interrelacionados. Países como India, tan hacinados, con una población que vive en la calle. Y la policía es feroz, cuando manda no salir… y está habiendo muchos problemas de hambre. Es como aquí pero llevado a la enésima potencia, hablamos de millones de personas.

—Me imagino que la pandemia también os habrá afectado como asociación...

—Nosotros, aquí, hemos tenido que anular el ciclo Moncayo, el concierto en el Principal, el mercadillo de mayo… nuestras principales fuentes de financiación están paradas de momento. Y hemos recurrido a pedir ayuda a nuestros colaboradores para hacer frente a esta situación. Con imaginación y confianza, se sale. Siempre hemos presumido de que queríamos ser lo más autosuficientes posibles, con nuestros propios recursos, tanto con socios como con actividades, el día día, teníamos que ser capaces de sostenerlo. Y con las subvenciones, desarrollar actividades puntuales, cuestiones de infraestructura. Nosotros pensamos que tiene que ser así y nos ha cogido sin posibilidad de hacer nada, sobre todo los mercadillos, que son yo creo que el 50% de nuestros ingresos. A ver si en septiembre podemos hacer algo.

—Ahora están con las mascarillas pero, ¿qué funciones cumple su centro en India?

—Damos techo, casa y comida a jóvenes ciegos y no ciegos con buen expediente y que quieren estudiar pero que, económicamente, les resulta absolutamente imposible. Hacemos también los talleres de costura para mujeres vulnerables, clases de informática a la gente del pueblo, estudiantes y mujeres y clases de música. En otro centro con 220 niños en Anavati nosotros les apoyamos en lo que ellos no llegan. Y estamos colaborando en Haveri con un centro de discapacitados. También llevamos unos cuantos años muy focalizados en los refugiados tibetanos, al lado de nuestro centro hay un campo con mas de 16.000 y su situación es realmente vulnerable. Los apoyamos con educación, sanidad, con las personas mayores…