Fotógrafo, aragonés de adopción... Y ‘Gente de mal vivir’, como los cientos de personajes que ha retratado en este proyecto. Se trataba de crear una colección con gente que construye la cultura. Al final, ha hecho una foto colectiva que trasciende la exposición

-¿Quién es la ‘Gente de mal vivir’?

--Músicos, pintores, diseñadores gráficos, fotógrafos, periodistas, actores, gestores culturales, escritores, balarines... Son de mal vivir porque así es como se vive del arte y todos los que he retratado son gente que apoya el arte, delante y detrás de los focos. Son los protagonistas de un proyecto en el que llevo trabajando unos años y que sigue creciendo cada día. De momento, ya he pasado de los 270 retratos.

-Esto empezó como proyecto expositivo... Pero ha acabado trascendiendo esa idea. Al final, está haciendo casi un catálogo de nombres de la cultura en Aragón.

-No sé si me gusta el término catálogo, pero sí. Ha acabado siendo una gran documentación de lo que es el mundo de la cultura en Aragón y, además, con varias generaciones. El otro día estaba repasando: Paco Rallo, Rebullida, Sergio del Molino, Abraín...

-O el actor Santiago Meléndez.

-Sí... Con él empezó todo. Cuando le fotografié no pensé en la serie. Pensé en hacer unas fotos con él. Pero fue una sesión increíble. Poco después de morir él, paré el proyecto. Aunque él también forma parte de las razones por las que lo retomé.

-Y, ¿después?

-Después llegaron muchos. Al principio, el nombre del proyecto causaba rechazo. Pero luego, se ha generado una corriente de energía positiva entre quienes forman parte del mismo. Reivindicándose como gente de mal vivir. Está siendo un trabajo intenso. Porque, para fotografiarlos, yo necesito saber de ellos, de su vida.

-Con su objetivo... ¡Ha cazado hasta a fotógrafos! Seguro que son difíciles...

-(risas) Sí. Gervasio Sánchez, Pedro Avellaned... O Ángel de Castro, jefe de Fotografía de este periódico. Y todo se han prestado. Me resulta difícil a mí cazarlos, no por ellos, si no porque mostrar a un compañero mi técnica, que es tan rudimentaria, es como desnudarme. Yo a mi fotografía la defino como «guarra». Trabajo en la clave baja, con muy poca luz...

-Y, ¿por qué le gusta?

-Porque yo creo que, cuanta menos luz hay, más matices y datos te ofrece la imagen. En el contraste siempre hay mucha información. Y la vida es contraste. Yo tengo pinta de rockero punky y luego soy un tío muy sensible... (risas)

-El rockero punky acaba de exponer en Valencia, por cierto...

-Fue con la serie Tormentas, dentro de un festival que acaba de estrenarse. Son tres imágenes que retratan una vida pasada mia con la enfermedad. Tengo una leucemia mieloide crónica desde hace 16 años. La vida es estar bien, están mál. Más contrastes...

-La enfermedad es parte de la vida. Y ¿de la fotografía?

-Es parte de la vida, del trabajo, de lo que haces... Al fin y al cabo, cada vez que yo disparo, de alguna manera, hago un autorretrato. Porque no solo ves a la persona como tú la ves; sino como tú te encuentras. Yo creo que todo es parte de la historia. Me gustan las arrujas, las ojeras y los granos, porque dicen cosas. Y cuentan más historias. Estamos habituados a ver todo bonito y en color y eso hace que la realidad que miramos omita partes de la historia real. Esas fotos bonitas son de consumo rápido. Las ves en una exposición y a la media hora se te ha olvidado. Al fotógrafo le interesa que esa imagen al espectador le remueva.

-¿Por qué el Indio es el Indio?

-Me llamaban así los colegas cuando escalaba. Iba al Pirineo y me dedicaba a recoger huesos. Y luego, cuando fui paracaidista, tenía muchos compañeros americanos. Les resultaba difícil pronunciar Juan Moro, así que, frente a los ‘yanquis’, empecé a ser el Indio.

-Ha tenido una biogradía intensa.

-Yo he hecho de todo. Fui militar y a través de un curso de Spectrum me enamoré de la fotografía. Así empecé. Siempre he sabido que la foto artística me tira más. Pero hago de todo para vivir. Es lo que toca. Yo soy gente de mal vivir.

-Acabará marzo en Albarracín, con una acción artística y con causa.

-El 30 de marzo hacemos un encuentro fotográfico allí, con talleres y técnicas de todo tipo. Todo lo que saquemos en esas seciones y en las charlas lo vamos a donar a Aspanoa, la Asociación de Padres y Niños Oncológicos de Aragón. Todo nació por Cecilia, una amiga nuestra de Albarracín que nos ha movido a todos.

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-¿Para cuando veremos a su gente en una exposición?

-No tengo prisa. No sé hasta donde puedo llegar. Y me faltan nombres que me gustería tener, como Bunbury. Estoy disfrutando el proyecto. Tiene vida propia.