Mercedes Navarro, presidenta de la Asociación de Familias Adoptantes de Aragón, participa hoy con otros 250 profesionales en un foro sobre adopciones en el Caixaforum. En el se abordará el tema de las "adopciones fallidas", que suponen el 25% del total.

—Hoy inauguran las Jornadas Abandono, Adopción y Riesgo. ¿Qué quieren poner sobre la mesa?

-Es un foro de reflexión sobre cuestiones que tienen que ver con las adopciones, aunque pueden darse en cualquier familia. Lo hacemos en colaboración con el Instituto Aragonés de Servicios Sociales (IASS). La mayoría de adopciones funcionan normalmente, pero hay un porcentaje de menores con problemas de adaptación, que tienen diferentes etiquetas según el profesional. Hace unos años, el psicoanalista John Bowlby describió el trastorno de apego, que surgen en niños que han sufrido abandono en la infancia o situaciones traumáticas.

-Que los niños arrastren estos traumas demuestra que los recuerdos de la primera infancia, esos de los que no somos conscientes, también quedan en nuestro cerebro. Pero esto afecta a cualquier niño, sea adoptado o no.

-En este caso, lo centramos en la adopción. Pero, ciertamente, la jornada se llama Abandono, adopción y riesgo. El abandono o la negligencia extrema en la primera edad, hasta los tres años, pueden tener una serie de consecuencias graves. La teoría dice que ya en el seno materno se desarrollan áreas en el cerebro relacionadas con la emotividad. En algunas adopciones, los embarazos también son difíciles. Y los padres necesitan que se aborde el problema desde un punto de vista multidisciplinar.

-¿Eso puede derivar en lo que ustedes llaman «adopciones fallidas»?

-A mi ese término no me gusta. Porque lo que se producen no son situaciones rotas sino situaciones sobre las que se debe actuar. A mi me gusta más adopciones difíciles y un 20 o 25% de ellas lo son, aunque es complicado poner una cifra. La situación, cuando se actúa pronto, se puede reconducir. Y lo importante es abrir caminos en este sentido.

-Entiendo que eso es más doloroso en estos casos. Un niño adoptado es siempre deseado.

-Es un niño muy buscado y muy pensado. Pero yo no establecería muchas diferencias. Adoptar es una forma de ser padre, madre, familia... Somos conscientes de que desde fuera no se nos considera igual. No nos gustan los calificativos. Un hijo es siempre un hijo. Pero los padres, todos, deben saber en qué aventura se meten y que esto es para toda la vida.

-¿Encuentran respuestas las familias ante estos problemas?

-No, muchas veces el problema aparece de pronto y es difícil identificar de qué se trata. Por ejemplo, surgen dificultades, no solo de aprendizaje pero sí en el entorno escolar. Y nadie entiende por qué estos niños se comportan así. Se les tilda de maleducados. Pero, cuando un niño da una patada a una papelera hay que saber por qué. Y hay que actuar.

-¿Qué necesitan las familias?

-Nosotros nacimos en el año 2000, con el boom de las adopciones que, sobre todo, las internacionales, han bajado muchísimo. En ese momento, ofrecíamos sobre todo información. Ahora nos centramos en la pos adopción, porque ahí es donde hacen falta ayudas integradas en el sistema de salud.