El diseñador zaragozano expone hasta el 10 de noviembre en el Centro de Historias Interdigital. Entre los dedos, un montaje de diferentes materiales unidos en 191 interpretaciones que invitan a reflexionar sobre la evolución humana.

—¿Qué es Interdigital?

—Un proyecto personal en el que posiblemente haya sacado todo aquello que no puedo sacar con el trabajo porque siempre estás pensando para otros, aquí he pensado para mí pero no solo desde el punto de vista intelectual sino como ejercicio de reflexión y de conexión para conectar conmigo principalmente.

—¿De dónde salen todos estos objetos?

—Son cosas que me encuentro en cualquier momento y situación. El momento de la recolección es el momento mágico porque vas andando por la calle y a veces te agachas, a lo mejor en momentos que tampoco serían políticamente correctos pero es cuando veo algo que me gusta y me llama la atención. Lo cojo, me lo echo al bolsillo y lo guardo en casa. No los tengo clasificados sino que los acumulo y luego cuando los saco es un proceso interesante porque si estuviera todo clasificado sería muy monótono. Anterior a esto traté de armar un proyecto que estaba bajo la filosofía de las tres erres (reducir, reciclar y reutilizar) y a amigos de fuera de España les pedía que me mandaran cosas y hay cortezas de abedul, alguna cosa de Chicago.

—¡No me diga que no los tiene clasificados!

—No, aunque tengo un mueble muy bonito y muy grande para clasificarlos los tengo en cajas y de momento sin clasificar. Tengo buena memoria y sé más o menos, no todo, dónde están.

—¿Pero cuántos tiene?

—Tengo muchos más pero no para esta exposición. Aquí hice 193 y deseché dos, tengo cosas más grandes hechas pero las cuelgo por casa, las regalo...

—¿Se acuerda del último que rescató?

—Fue un octaedro, con un número del 1 al 8 en cada una de sus caras, posiblemente sea un dado de algún juego pero hace poco de camino a la oficina en la calle San Miguel, me he agachado a coger algo que me ha llamado, no sé qué es exactamente, es como la parte inferior de un corcho de silicona, o un trozo de llavero.

—¿Vale cualquier cosa?

—Sí, sí, me atraen porque están descontextualizadas y puestas en un entorno que no es el suyo.

—Le da otra vida a esos objetos...

—Todo vale para hacer cualquier cosa, la creatividad no tiene límites y lo importante es crear sin pensar en el resultado que va a tener. Hay que seguir haciendo y hacer por el gusto de hacer, ver dónde te va a llevar y si son con cosas que iban a acabar en la basura o siendo otra cosa, reinterpreto un poco la realidad.

—¿Cómo pergeñó el discurso de esta exposición?

—El discurso vino posterior a ponerme a trabajar. Como en definitiva aquí hablamos de lo que es la unión de corazón, cabeza y manos, en definitiva es pensar, hacer y sentir. Me puse a hacer para desconectarme y de ahí surgió el discurso de la evolución humana, de la conexión y la desconexión pero surge haciendo, no tengo una idea clara de cómo lo voy a plasmar

—¿Es un llamamiento a la sociedad?

— Es un llamamiento de ver hacia dónde vamos, en este mundo se usan las manos mucho pero tocando una pantalla sobre todo. No es una crítica al mundo digital pero el uso de las manos, bajo la supervisión de lo que sería el corazón o el intelecto, es una herramienta de transformación de materia mejor que ninguna. Posiblemente ahora se buscan más instrumentos que personas que sepan luego vivir felices.

—¿Está contento con el resultado que está teniendo la exposición?

—He disfrutado mucho haciéndola y cuando alguien que no conoces te escribe para decirte que le ha gustado mucho es gratificante. El primer objetivo era disfrutar haciéndola y si he disfrutado, el que sea sensible a captar esas cosas posiblemente lo vea.

—Ya piensa en un proyecto mayor…

—Me gustaría evolucionar este concepto de Interdigital hacia piezas mayores, incluso a una instalación relacionada con el mundo de la naturaleza pero dándole un punto un poco surrealista y que te invite a reflexionar.