Una colección de negativos procedentes de rastros y mercadillos componen su exposición fotográfica que puede visitarse actualmente en el palacio de la Aljafería: ‘Rescatar la mirada’. Voces anónimas para mostrar la vida cotidiana del pasado siglo.

¿De qué se compone la exposición ‘Rescatar la mirada’?

Es un proyecto que nace a partir de la colección de negativos fotográficos que he ido comprando a lo largo del tiempo en rastros, mercadillos y subastas. Veía que algunas de las fotos tenían un interés sociológico, que te contaban cómo era la época de los años 50 y 60 o bien que tenían calidad artística. Son fotos anónimas, se desconoce al autor, a los protagonistas. Hice una selección para devolverles de alguna forma esa historia que habían perdido y pedí a veintidós personas que imaginaran para esas piezas una historia.

¿Cuánto duró este proceso de recopilación? ¿Qué le llevó a trasladar esta colección a una exposición?

Unos veinte años. En el fondo lo que cuentan es la vida de aquellos años, la vida de personas normales y corrientes. En el momento en el que llega la fotografía digital toda la analógica se queda perdida. Con el tiempo aparecen en rastros por andares del destino. Era ponerlas en valor porque conforman parte de la memoria fotográfica colectiva.

De alguna manera estas fotografías olvidadas toman parte activa para construir una historia nueva.

Al ser fotos abandonadas toda esa historia se ha perdido. No hay ninguna referencia, ni manera de saber quién es el autor de la foto. De lo que se trataba era de, a parte de rescatarlos como documento gráfico, devolverles la voz. Hacer ver que, a pesar de ser situaciones cotidianas, tienen un valor.

¿Se ha encontrado con algún negativo que le haya sorprendido en especial?

Todas me sorprenden porque en seguida me imagino la historia. En la colección hay fotografías que no se muestran, esto va de lo que va, de la vida cotidiana, pero enseguida me identifico. Hay algunas que el instante lo han sabido contar muy bien y nos llevan a una reflexión, a identificarnos con los protagonistas de las fotos. Todas me sorprenden por un motivo o por otro, no tengo hijos favoritos.

Unos negativos que en ocasiones tenían una gran calidad fotográfica

Había fotógrafos aficionados que eran muy buenos. Ahora en un día puedes hacer ochocientas fotografías pero antes había que pensarlas, era caro el equipo, el positivarlas. Los fotógrafos se lo solían pensar, igual en todo el verano hacían 70 fotos, su mirada no es la misma que la actual. Para la exposición hemos intentado llevar fotos con un valor social pero que también tuvieran una gran calidad fotográfica y artística.

Una exposición que compone a fragmentos la visión de esos fotógrafos aficionados

La gente no hacía fotos de momentos tristes, era un rito de celebración. Sacaban la cámara cuando consideraban esos momentos importantes. Se pensaban, posaban para la foto, pero no se repetían.

¿Por qué había que rescatar esta mirada?

Los negativos y las fotografías en papel se componen de un material muy frágil y perecedero. Cuando iba mirando por el rastro y era como encontrarte desechos a los que no se les daba validez, pero me empecé a dar cuenta que encierran historias de todos nosotros y refleja muy bien la vida de la época, de la gente. Es importante rescatar esta cotidianidad, no solo la de los grandes fotógrafos.