La vicepresidenta de los consumidores y usuarios (CECU) ofrece esta tarde una conferencia sobre consumo responsable en el Ámbito Cultural de El Corte Inglés, donde presentará la campaña ‘No al cubo’.

—¿Por qué hay que decir ‘No al cubo’?

—Es no al cubo de la basura. Para que no tiremos el 30% de la comida que compramos. Nos permitimos el lujo de desperdiciar lo que llega a nuestras manos después de procesos a veces interminables. Ese derroche es aberrante e inmoral, básicamente una estupidez. No lo haríamos con nada. ¿Alguien se imagina comprar un paquete de seis pares de calcetines y tirar dos directamente a la basura? No, ni se nos pasa por la cabeza. Pero con la comida lo hacemos.

—¿Y por qué?

—Es culpa del sistema entero. Ahora los procesos de producción de la comida industrial, con tanto preparado y empaquetado, hacen que gran parte se desperdicie en busca de un estándar. Además, ha cambiado la forma de comprar a los agricultores, a los que se les exige que su fruta o verdura tenga determinado aspecto. Eso hace que, de origen, él mismo deba desechar una parte de su producción.

—¿Viene todo mal de raíz?

—Sí, pero también las formas. Lo ideal es comer toda la familia junta, que la comida dure más de una hora, que haya pan normal, leche con grasa… Es decir, lo que hemos hecho toda la vida.

—¿Compramos o comemos peor?

—Hacemos todo mal. La primera causa de muerte en el mundo viene de lo que comemos. La comida rápida es algo contra natura, pero es la pescadilla que se muerde la cola. El agricultor está forzado a un cierto tipo de producto y tiene que desechar determinada fruta. A la gran superficie llega fruta y verdura muy estándar, muy insípida, porque se consigue en invernaderos y madura en frigoríficos. No son procesos naturales, la mayoría viene de lejos y no es de temporada. Compramos mal, también por la forma en que a veces viene empaquetada la comida.

—En España presumimos de dieta...

—Lo mejor es lo que hemos desayunado y comido en casa desde que éramos pequeños. Hay que comer de todo, con pan normal, mantequilla, miel de aquí… Todo en dosis normales porque donde metemos la pata es en las cantidades. Hay un libro del periodista Michael Pollan, El detective en el supermercado, en el que habla de la dieta mediterránea como la alimentación perfecta. Y habla mucho de las cantidades, que en EEUU con exageradas.

—¿Hemos perdido la perspectiva?

—Sí, pero no es tan difícil la vuelta atrás. En CECU estamos peleando en cuanto a la fiscalidad de la comida. No puede ser que comer bien sea caro y comer mal sea muy barato. Es muy injusto. Aparte de la obesidad, además, ha crecido la diabetes en los niños... pero ahí entramos en los intereses de las grandes empresas. Hay que escaparse de la comida industrial.

—¿Cómo ahorramos?

—Hay que empezar por hacer la lista de la compra en casa, una lista pensada en cuándo y cómo vas a poder cocinar. En la web No al cubo un cocinero demuestra que con una metida al horno de pollo, verduras… tiene comida para toda la semana. Ahí aprendes a ahorrar tiempo, dinero y energía, aparte del suelo fértil y el agua que estamos desperdiciando y que va a ser el gran drama del futuro.