Noemí San Juan es una periodista zaragozana que relata la actualidad desde Madrid para Aragón Televisión. Es autora, junto a otras nueve mujeres, del libro ‘Nietas de la memoria’. Ella firma ‘Lola y Benita. Las cartas perdidas’, sobre su abuela y bisabuela.

-¿Cómo eran Lola y Benita, su abuela y su bisabuela?

-Eran dos mujeres de bandera, fuertes, que tenían las cosas muy claras. A mi bisabuela tuve la oportunidad de conocerla cuando era pequeñita. Eran iguales, muy fuertes, valientes y muy trabajadoras. Lo que les tocó vivir, sacar adelante la familia después de todo lo que les sucedió demuestra que de alguna manera, no sé si en esa época estaban hechas de otra pasta, o las circunstancias les obligaban a ser así. Dos mujeres tremendamente fuertes y decididas y con las cosas muy claras.

-¿Y cuál fue su historia?

-Lo que cuento es los tres años de la guerra. Unos meses antes de que estallara la guerra, mi abuela, que tenía 11 años, había estado enferma con problemas respiratorios y entonces sus padres la enviaron a Bilbao a casa de su tía para ver si se recuperaba porque el médico les dijo que cambiara de aires. Estalló la guerra y les pilló en zonas diferentes, una nacional, otra republicana, las comunicaciones se cortaron. Y transcurrieron esos tres años sin saber la una de la otra, ni siquiera si estaban vivas. Durante ese tiempo, mi abuela tuvo que salir de Bilbao, se marchó con su tía en tren, fueron por toda a costa cantábrica hasta que encontraron un barco que las llevara a Francia. Allí intentaron volver a España, siempre con la intención de volver al pueblo, a Vera del Moncayo, que era donde estaba la familia. Pero no pudieron, estuvieron refugiadas en Camprodon unos meses, hasta que el avance de las tropas nacionales, cayó Barcelona y empezaron a subir todos los refugiados catalanes hacia el norte para cruzar los Pirineos. Y tuvieron que hacer ese camino en lo que llamaron el Camino de la Retirada, en enero del 39 con miles de personas para volver a Francia como refugiada pero esta vez fueron de noche, a pie, llevando el equipaje que podían llevar a cuestas y en medio de una nevada tremenda hasta que cruzaron la frontera. Estuvieron refugiadas allí, hasta que pudieron ponerse en contacto las dos hermanas y organizaron el regreso de ellas a España cuando estaba a punto de empezar la segunda guerra mundial.

-¿Y su bisabuela?

-Se quedó en el pueblo. En esos tres años fusilaron a su marido, que era panadero, a uno de sus hijos mayores, que era maestro de la República, y se quedó sola, y tuvo que sacar adelante a los hijos que le quedaban. Le pusieron una multa, tuvo que cerrar la panadería, que era el negocio familiar y salir adelante como pudo y siempre sin saber si una de sus hijas pequeñas estaba viva o muerta porque no pudieron comunicarse. Cuando consiguieron reunirse, mi abuela tenía 14 años fue al pueblo y no reconocía a su propia madre. Cuando bajó del autobús y vio a sus hermanos, sus tías, a su madre no la reconoció porque era una mujer guapísima, muy presumida, con una melena negra preciosa... y se había convertido en una ancianita, vestida de negro, con el pelo blanco y un moño bajo, que es como la conocí yo, profundamente afectada por todo lo que había sufrido.

-Hubo dos dramas, el personal y el social.

-Le mataron al marido, que no estaba metido en política, que era panadero y decía que trabajaba para todos. Además, tuvo que cerrar el negocio, porque cuando eso sucedía, a las mujeres se la señalaba. Ella tuvo que soportar que entraran a registrar su casa, que todo el mundo la señalara... Incluso el cura en una misa dijo que por fin se habían llevado del pueblo a las manzanas podridas. Eso a ella le indignó muchísimo, se levantó en medio de la misa y le dijo muy claramente al cura y a todo el pueblo que ni su marido ni su hijo eran unas manzanas podridas y se marchó y durante décadas no volvió a pisar la iglesia. Al final eran mujeres, viudas, y eran las viudas de los rojos. La vida para ellas no era precisamente fácil.

-¿Qué ha supuesto para usted contar esta historia?

-Es una promesa cumplida porque mi abuela siempre me ha contado muchas cosas, le gustaba mucho hablar y lo que yo he escrito recoge sus testimonios. Mi abuela hace ahora dos años y medio que murió y yo llevo toda mi vida escuchando esto y siempre le decía que había que escribir un libro y ella me decía que sí, pero nunca me llegó. Por un lado es esa promesa cumplida; y por otro me he acercado más a ella, porque ella me decía que como era una niña..., ella intentaba quitarle hierro, pero yo me he dado cuenta a la hora de escribirlo e intentar ponerme en su piel, que en realidad no pudo ser un juego ni una aventura, se tenía que dar cuenta pero lo que hizo fue suavizarlo, restar las partes más duras para no hacernos sufrir a su familia. Me he puesto en su piel y me he dado cuenta de que nos dulcificó el relato. De todas formas he querido respetar la forma que tuvo ella de contar las cosas e incluso utilizado sus palabras porque he querido ser fiel a la hora de contar. Está contado de forma epistolar con las cartas que ellas se enviaron pero que nunca llegaron a su destino.

-¿Por qué esta historia y el resto no se conocen? ¿Por qué se silencia esa voz de las mujeres?

-Porque la historia tradicionalmente está escrita por hombres y trata más sobre los hombres. Las mujeres no se han visto tan reflejadas en la historia y menos las cotidianas. Conocemos la historia de algunas que hicieron algo extraordinario, pero la historia de las mujeres cotidianas y menos las de aquella época, que son las que tuvieron que pelear para sacar adelante a sus familias, no se ha contado. Queríamos rescatar esa parte que también es historia y que ha sembrado la semilla de lo que somos nosotras. Porque aunque estaban reprimidas por la sociedad, la mentalidad de la época y la forma de contar la historia que se ha tenido hasta ahora, pensamos que hay que recuperarla y puso la semilla de la lucha generada en generaciones posteriores. No queremos hacer historia ni reescribirla, sino rescatar esa parte de la historia que nadie ha contado.

-¿Hay mujeres vencedoras y vencidas?

-Hay de todo, hay quizá más mujeres vencidas, pero es libro muy heterógeneo. Somos diez periodistas de distintos puntos de España, hay relatos ambientados en el mundo rural, en grandes ciudades, de clase social más alta, más alta y también de distintas opciones políticas, de ahí la riqueza que tiene porque te hace un mapa de distintos puntos de vista de cómo era la época. Hay relatos de guerra y también de posguerra, como reprimían a las mujeres durante la dictadura, cómo no podían hacer nada, no podían tener una cuenta corriente, ni trabajar sin el permiso de sus maridos... pasaban de estar tuteladas por sus padres a estarlo por sus maridos.

-¿Y los hombres, que papel tienen en el libro?

-Nosotras queríamos contar la historia de las mujeres. Somos diez periodistas feministas que queremos rescatar la historia de ellas pero ellos también aparecen aunque sea en un segundo plano. Yo cuento cómo fusilaron a mi bisabuelo y al hermano de mi abuela y algo que tienen en común casi todos los relatos es que todas o casi todas estuvieron acompañadas por buenos hombres, tuvieron buenos compañeros de vida, que realmente las trataron bien, pero era quizá más de puertas para dentro porque a los hombres quizá la época obligaba a otra cosas

-No hace tanto que pasaron estas historias. Hay que seguir reivindicando.

-Todavía hay mucho que hacer y es una tarea que tenemos la generación actual de mujeres. De la guerra civil española se ha escrito mucho y se han hecho muchas películas pero falta mucho por saber y por recordar. Una de las cosas que queremos llamar la atención en este libro es la importancia de hablar con nuestros abuelos y padres para que todos esos relatos no se pierdan porque estamos perdiendo parte de nuestra historia. Es importante que nos sentemos a escucharles y hablar con ellos y que eso pueda quedar recogido. Tenemos un proyecto transmedia que va más allá del libro, a través de la web nietasdelamemoria.com, que animamos a enviarnos la historia de sus abuelas, queremos crear un blog con ese mapa de la memoria y que esas historias no caigan en el olvido.

-Se ha aprobado la ley de memoria histórica. ¿Es también un reconocimiento para esas mujeres y hombres que sufrieron ese dolor?

-Por supuesto , es necesario tener justicia y reparación. Es necesario seguir avanzando en la apertura de las cosas para que cada cual pueda recuperar a su familia e incluso la anulación de los juicios. Hacer justicia, memoria y recuperación. En mi familia pudimos recuperar los restos de mi bisabuelo hace unos años en una de las fosas comunes de Magallón. Pudimos enterrarlo con su mujer, que es lo que mi madre le prometió a su abuela antes de que ella muriera, que si no les habían podido reunir en vida al menos descansarían juntos. El momento de sacarlo de la fosa, enterrarlo con los tuyos o llevarles flores... mi abuela durante años no pudo llorar en público la muerte de su padre y darle sepultura digna y rendirle homenaje con nombre y apellidos es importante para cerrar heridas.