Ama los libros de siempre. Acababa de terminar la carrera cuando soñó con crear una librería que fuera una comunidad. Así nació Cálamo, un proyecto que lleva 37 años sumando a la vida cultural aragonesa. El 23 de julio celebrarán un Día del Libro distinto.

-En la ficha, he puesto su apellido real. Pero, para el mundo, es «Paco Cálamo»...

--(risas) Ya, ya… Si todo el mundo me llama así. ¡Estoy acostumbrado!

-El otro día nos encontramos y le vi optimista, pese a lo que ha sufrido el sector.

-He vivido muchas crisis y tengo callo en esto. Y creo que el sector del libro ha reaccionado muy bien. Por otro lado, la lectura, el libro, se ha convertido en este tiempo en una especie de bien refugio.

-Se dice que hemos leído mucho en la pandemia, aunque la venta de libros cayó hasta un 80%.

-Hubo dos meses de parálisis absoluta. No podremos cuantificarlo de verdad hasta ver cómo acaba el año. Porque nos queda un trimestre, el último, que es la época más fuerte en el sector. Pero creo que será una cifra más controlable.

-Decidieron no vender online en el confinamiento «por responsabilidad social».

-Para nosotros, la lectura es imprescindible. Pero, en ese momento, había que priorizar otras cosas, como la salud; frenar el afán de consumo. Y nosotros respetamos todas las posturas, pero sentíamos que debíamos tener cierta empatía con la gente que hace los repartos. Los repartidores han hecho una labor social importantísima y, muchas veces, los lanzaron a hacer entregas masivas sin protección alguna. Algunas grandes plataformas han hecho su agosto. No obstante, la venta online no es nuestro fuerte. A mí lo que me gusta de ser librero es el intercambio, que me pidan un libro, hablar con la gente.

-Ahora, ha podido volver a hacerlo. Han detectado una recuperación importante.

-La sensación que tenemos es que las librerías que creaban un comunidad de lectores hemos tenido una respuesta fantástica… A las que llevamos muchos años trabajando, participando en la vida social y cultural de la ciudad, la gente nos ha hecho un pequeño reconocimiento viniendo a comprar libros. Con este confinamiento, la gente ha aprendido a valorar el comercio de proximidad, que tan importante es y que, en general, tan desprotegido está. Los que han estado solucionando los problemas a la gente son el carnicero, la panadería de la esquina, la farmacia o el quiosco. Ni las grandes superficies ni el outlet a las afueras de Zaragoza. Las librerías-papelerías de barrio, por ejemplo, son un elemento de cohesión social. A los libreros nos va el concepto de ciudad que hemos querido siempre tener. Una ciudad viva, donde los barrios y el centro estén llenos de lugares en los que puedas pasear y comprar. Y no de locales vacíos que te obliguen ir a comprar a las afueras, en coche siempre, por cierto. Además de todo, el comercio de proximidad es lo más ecológico y lo más responsable.

-Están preparando el Día del Libro, que no se pudo celebrar en abril, y que ustedes siempre acompañan con borrajas.

-Se va a celebrar el 23 de julio. La idea es colocar unas mesas fuera, tener autores firmando, regalar nuestras borrajas… Lo haremos en nuestra librería, de una manera muy responsable y con aforo limitada, por supuesto… ¡Pero aquí estaremos! Yo creo que puede ser un día importante para el sector del libro en España.

-¿Ya hay un plan de apoyo al sector?

-Por parte de instituciones públicas, yo, como librero, no conozco ninguno. Y espero que lo haya, porque el sector librero necesitará apoyo, como lo necesitará el cultural en su conjunto. Evidentemente, hemos tenido acceso a planes globales. Pero Aragón necesita un plan más definido. En otras comunidades, se han articulado acciones, como compras de instituciones públicas a las librerías locales, que es una forma de apoyar a las bibliotecas, a las editoriales de tu comunidad autónoma y a las librerías. Tenemos una gran red de bibliotecas en Aragón, con unos bibliotecarios extremadamente comprometidos, pero siempre andan escasos de dotación. Y luego veo cosas que me hacen pensar. Ayer leía que la Xunta había concedido un cheque de 250 euros a sanitarios y bomberos para gastar en hostelería. Me parece muy necesario el apoyo a la hostelería. Los bares son muy importantes. Pero qué significativo es que no sea un cheque cultural. Se nos pide y nos reclama mucho, pero a nivel de ayudas recibimos poco. Y el sector cultural en España genera centenares de miles de puestos de trabajo. Concretamente, el del libro, representa el 1% del PIB. No es ninguna tontada

-¿La pandemia ha afectado a nuestros gustos literarios?

-Se nota, pero esto venía de antes, que el libro de ensayo ha tenido un reverdecer. También tiene que ver con la aparición de una generación de ensayistas españoles jóvenes que han renovado este género. Libros con Irene Vallejo o Sergio del Molino han llegado mucho al público

-Y esta crisis, ¿dará buenos frutos en lo literario?

-Ya han aparecido varios libros que reflexionan sobre la pandemia; otros que hablan de pandemias anteriores, a través de la historia. Esto demuestra que el mercado literario se ha movido rápidamente. El sector creativo es muy dinámico.

-Su historia también daría para un libro. Usted es un librero vocacional… ¿Por qué Cálamo?

-Me parecía un término muy sonoro, muy musical y muy literario, es una palabra que viene del latín y que es un elemento de escritura. Inició este proyecto porque me parecía una salida profesional honorable, para un licenciado en Filosofía y Letras, como yo, que no tenía ninguna vocación de dedicarse a la docencia, que es a lo que se dedicaban la mayoría de los compañeros de mi generación, tuvieran o no vocación.

-Eso fue el inicio de muchas cosas. Han pasado 37 años… Quiso que su librería fuera una comunidad y lo ha conseguido.

-Todo lo que ha ocurrido ha sido inimaginable. Y este último capítulo, más. Yo creo que la ciencia ficción se va a sentir muy herida. Todo libro o película del género que caiga en mis manos me va a parecer una risa después de lo que hemos vivido (risas). Evidentemente, en este tiempo el lector del libro ha cambiado muchísimo. Pero lo que puedo decir es que mantengo intacta la ilusión. Sigo disfrutando muchísimo con mi trabajo. Y veo que hay retos tremendos en el horizonte. Por ejemplo, en este tiempo, nosotros utilizamos las redes para mantener los clubs de lectura, presentaciones de libros… Y eso nos ha servido para reflexionar sobre cómo será el futuro. Y, además, queremos seguir haciendo lo que hacíamos antes, que es vender libros, crear esa comunidad y seguir participando en proyectos que nos tienen muy ilusionados. Y no sólo aquí, en América Latina tuvimos varios proyectos. Y ahora estamos con el de Talento Editorial, dentro del Hay Festival, que acaba de recibir el premio Princesa de Asturias de Comunicación.

-No me quiero olvidar de otras de sus ilusiones, como Cálamo infantil… O su sección de vinos. Diría que los marida con libros pero sé que no le gusta nada esa palabra. ¿Por qué?

(risas) ¡Me parece muy fea! Suena como «marejadilla» pero peor. Eso sí, me encanta el vino. Tengo un magnífico amigo, Toño Calvo, del Rincón del Arpa de Tarazona, que fue el culpable de que los vinos entraran en Cálamo. Y Cálamo infantil es una librería preciosa. Y nos hace aprender muchísimo. Además, en Aragón hay grandísimos ilustradores, escritores… Hay un cierto boom. Quiero pensar que la calidad de las librerías también tiene que ver con ese fenómeno.

-¿Cómo es usted cómo lector?

-Desde hace unos años, leo de manera anárquica. Admiro mucho a mi compañera Ana, que es mucho más metódica. Yo voy picando de aquí y de allí. Me encanta la literatura de viajes. Y la crónica contemporánea, que me ayuda a enterarme de donde vivo. Y disfruto de buenos lectores y buenas lectoras y me orientan.

-¿Escribirá?

-He escrito un libro ya, Zaragoza. Cuatro estaciones, que es un edición limitada. Y artículos en revistas. O hasta lo que escribo a nuestros lectores de manera sistemática… Son formas de desahogarme.

-¿Qué piensa cuando mira al futuro?

-Lo que pienso y lo que deseo es tener salud. Pienso en la familia, en mis tres hijas y en mi nieto, en que crezca bien, en un mundo más habitable y más humano. Pienso en seguir contribuyendo a la vida social y cultural de mi ciudad. Y en la esperanza de que entendamos muy bien esta crisis y la importancia de los servicios públicos.

-¿Un nieto ya? Me sorprende. ¿Y ya lee?

-Ya tiene un montón de libros. Pero tiene solo un año. Así que lo que hace de momento es morderlos, que es lo que procede a su edad. Tiene gracia. Nuestro escaparate esta lleno de bocas mordiendo libros. Él los devora, literalmente.