Técnica de desarrollo rural en el Campo de Belchite, lucha desde hace una década por la excelencia de las zonas rurales. Es la autora del documental ‘Parir en el pueblo antes de 1970. Relato de mujeres de Lécera’.

—¿Por qué este documental?

—Me genera mucha curiosidad el hecho de que coincidamos hoy en día dos generaciones muy distintas. Los que han vivido en una España antes del desarrollismo, sin máquinas ni tecnología y sin apenas avances, y nosotros, que lo tenemos absolutamente todo. Y me planteo muchas veces cómo los primeros vivieron e hicieron muchas cosas. Existen infinidad de trabajos de recuperación histórica, pero no sobre la sexualidad de las mujeres de aquella época y sobre cómo se enfrentaban a la feminidad.

—¿Quiénes son las protagonistas?

—Soy de Lécera y seleccioné a siete mujeres del pueblo, con las que no tuve ningún problema para que me contaran cómo parieron. Pero sí lo tuve a la hora de documentarme sobre los partos de aquella España, porque hay un vacío.

—¿Cómo eran aquellos partos?

—Ni siquiera las condiciones de las casas eran las adecuadas. Les atendía un médico, el practicante y alguna mujer que sabía de partos. Se las rajaba y se realizaban episotomías que no eran las más adecuadas. De hecho, muchas tuvieron que operarse después. Seis de las siete mujeres del documental, por ejemplo, sufrieron mastitis, una infección bacteriana en el pecho. A todas las rajaron en vivo, sin anestesia, y las drenaron.

—¿Las situaciones que cuenta de Lécera se pueden generalizar?

—Todas las mujeres de aquella España rural parían igual. Y el resultado final dependía mucho de quién les atendía, porque aquellos partos eran todo un misterio médico, sobre todo con las primerizas. De hecho, los médicos solo las visitaban cuando ya tenían las contracciones para dar a luz. Una mujer del documental, que es muy delgadita, tuvo tremendos desgarros porque sus hijos nacieron enormes. Un análisis le habría detectado diabetes gestacional.

—¿Cuál es el mensaje del documental?

—Quiero visibilizar un hecho al que no se le daba importancia por ser cosas de mujeres, cuando en realidad estas mujeres se enfrentaban, sin información ni medios médicos adecuados, a un parto que podía salir bien o ser terrible. Además, a estas mujeres se las confinaba en casa sin salir en el puerperio o periodo que sigue al parto. Y tras la cuarentena, su primera salida era la iglesia. La tradición mandaba purificarlas.

—¿Dónde se puede visionar?

—La próxima proyección es hoy en Mianos, en una jornada de igualdad.

—¿Qué le parecen los partos domiciliarios de hoy en día?

—No se puede comparar. No me atrevería a posicionarme. No es mi guerra.

—¿Cómo es el feminismo rural?

—Un germen al que le queda muchísimo por hacer. Si queremos que las zonas rurales reviertan su situación no hay que tener miedo a los cambios. En las zonas rurales que yo conozco hay mucho cacique y están dominadas por y para hombres. Pero el papel de la mujer será el que ella quiera si lucha. Lo planteo pensando en yacimientos de empleo, como la agricultura.