Este zaragozano es el alma de la empresa Contiza Rotulación a Mano, dedicada a la decoración de espacios. Empezó con las pizarras, pero trabaja con diversos materiales como el cristal, el esmalte o incluso el pan de oro.

—¿Cómo surge la idea de Contiza?

—De casualidad. Yo dibujaba desde pequeño, pero luego mi vida profesional fue por otros lares. Me llamaron hace unos 4-5 años unos amigos de toda la vida porque su padre estaba decorando un bar en la calle Laurel, en Logroño. La chica que les iba a decorar las paredes se tuvo que ir y me pidieron que fuera. Me llamaron un viernes y la inauguración era el sábado por la tarde. Fue llegar, hablar con los dueños y salió más o menos bien. Vio el trabajo otra hamburguesería de Logroño y contactó conmigo... Estuve 36 horas trabajando. Al volver aquí empecé a darle vueltas a la cabeza. Empezó de manera gradual, cada vez ocupaba más tiempo y ahora me dedico a ello.

—Se llama Contiza, pero ¿trabaja con este material en concreto?

—Le puse ese nombre porque nació con el aspecto de las pizarras. Pero con tiza, en realidad, no hacemos nada, es el aspecto. Al empezar con ellas, se puso ese nombre. Pero trabajamos murales, pan de oro… de todo.

—Tengo entendido que es un trabajo totalmente manual…

—Sí, aunque depende de la técnica que utilizas. Te apoyas en la tecnología pero el paso final siempre es a mano. En cuanto al diseño, depende del cliente. Se puede hacer un boceto a lápiz y en otras ocasiones hay que presentar un diseño por ordenador. Hay clientes que tienen la idea muy clara y hay otros que no... muchas veces se trata de comunicar, dar una solución a un problema, adaptar un espacio, decorarlo y transmitir algo al cliente. La rotulación manual transmite algo especial.

—Se desempeña con diversos materiales, además...

—Sí, dependiendo del tipo de soporte. En las pizarras y murales se suele trabajar con pintura al agua, mientras que en la rotulación tradicional o la aplicación de pan de oro se trabaja al disolvente. Aunque estas dos últimas categorías se ven menos que en Madrid o Barcelona, probablemente por costumbre a la hora de plantearse las opciones para decorar la fachada de un negocio.

—¿No se estila tanto ese material?

— Influye mucho el presupuesto y el pan de oro no es barato. Sí que es cierto que dura para toda la vida pero Zaragoza tiene un público especial. Con ese material, generalmente tienes que hacer un esfuerzo de cara al cliente, proponerlo… es algo que no está tan visto aquí. Igual que los rótulos principales; el vinilo no es algo barato y, muchas veces, es por falta de costumbre porque se puede hacer a mano. No estamos tan acostumbrados.

—¿Y qué es lo más demandado?

—Esto empezó con la pizarra y nos piden mucha. Ahora, barricas decoradas para la hostelería… pero quiero intentar dar esa opción de ir más allá y no quedarse solo ahí.

—¿Cuál es el encargo más extraño que ha tenido que realizar?

— Extraño, ninguno. Sí que me han propuesto ideas locas que no se han llegado a realizar. De los más especiales, un depósito de una Harley-Davidson con un diseño mío. Hubo controversia porque tengo amigos diseñadores y el tema de esa marca es siempre con su tipografía y estilos. La moto era de un amigo y me dijo que hiciera algo que no estuviera visto. Tuve admiradores y detractores a partes iguales. Al final es una cuestión de gusto.

—¿Tiene algún tipo de guía a la hora de realizar los diseños?

—Buscas referencias en las cosas que te gustan, como artistas. Dependiendo de la necesidad del cliente, puedes ir hacia un lado o hacia otro. Aunque el estilo, la mano de uno, siempre está ahí.

—¿Se empieza a valorar más el rótulo en Zaragoza?

—Quiero pensar que sí, porque cada vez trabajamos más. Antes me refería a cuestiones como el rótulo de fachada, porque el oficio de rotulista ha desaparecido prácticamente y la gente que lo ha vuelto a traer a España, como Adrián Pérez, ha aprendido las técnicas fuera. Cuando empecé a hacer pizarras ya me fijé que había que hacer una labor de investigación grande.