Un viaje a Bolivia cambió su vida. Poco después se cruzó Cooperación Internacional. Es el delegado en Aragón de esta oenegé, que cumple 25 años con 100 proyectos y 5.500 jóvenes en su equipo de voluntarios.

—Lleva años al pie del cañón... Y siempre le veo con una sonrisa en la cara.

—Ayudar a los demás implica tener un espíritu optimista. Si no, no aguantas.

-Parten ustedes de la premisa de que hay una juventud muy solidaria.

-¡Y de que la queremos generar! Nunca nos ha faltado gente con ganas de implicarse. El objetivo de Cooperación Internacional siempre ha sido desarrollar una cultura solidaria entre la gente joven, sentar las bases para una sociedad generosa. Quizás, en el futuro no puedan estar en una organización, pero podrán estar comprometidos con sus amigos, en el trabajo... No hace estar en una oenegé para ser bueno y dar la cara.

-Acaban de cumplir 25 años, con 100 proyectos en marcha en 30 países.

-¡Es verdad! Pero, más allá de los números, se trata de cambiar vidas, persona a persona, que es lo que nos importa.

-En Aragón tienen iniciativas como su programa de Liderazgo Social, que les está dando muchas alegrías.

-En el Gancho empezamos a trabajar hace años con programas de Navidad, un disco de música, el cortometraje Colores... Fue el germen del primer equipo de Liderazgo Social, que inculca valores a través del deporte y trabaja en el refuerzo académico de chicos en situaciones complicadas. La tercera pata de proyecto es el servicio a la comunidad, y que los chavales del programa no solo reciban sino también den. Y eso les hace crecer. Se trata de trabajar en cuerpo, mente y corazón. Ahora tenemos 100 estudiantes y 150 voluntarios. Hay uno de nuestros chicos que ha llegado a la universidad.

-Es un proyecto apoyado por la Fundación Atlético de Madrid.

-Recientemente, sí. Y ahí están también DGA, Caixa, Ibercaja o Bergner. Gracias a la presencia de esta última empresa, los chavales que mejor comportamiento tienen en el colegio Santo Domingo, hacen actividades que nunca harían.

-Por cierto, ellos están colaborando también con un proyecto que coordina usted en Tánger y que también ha llegado a La India, ‘Fútbol is life’.

-En Tánger empezamos como un proyecto de prevención, para evitar que los chavales acaben en la calle. En Bombay, donde viven 19 millones de habitantes y la mitad lo hace en chabolas, comenzamos a involucrarnos en 2012. Nuestro sueño allí sería mejorar las instalaciones deportivas en el slum en el que trabajamos. Y, a partir de ahí, seguir con un proyecto académico, entre otras cosas.

-¿Nunca se desamina?

-Soy creyente y ayuda. A veces, me quejo a Él ante una injusticia y la respuesta es: «Soluciónalo». Eso intento. Los cristianos debemos ser parte de la respuesta.

-¿Cómo se metió en este lío?

-En 1999, hice un voluntariado en Bolivia. Fue brutal. Acabé la carrera y me metí en banca... ¡Y me gustaba! Pero algo había cambiado. Así que lo dejé por la cooperación... Y aquí seguimos.

-¿Qué le pide al año?

-Empresas con ganas de colaborar... Y confianza en la gente joven.