Pintor oscense, durante el confinamiento ha retratado a varios profesionales de la sanidad tras ofrecerse en las redes sociales a hacerlo. Una muestra a finales de año reunirá en el museo Goya de Zaragoza estas y otras obras del artista.

— ¿Cómo surge la idea de retratar a los sanitarios?

— Como casi todo, por casualidad. Hay una corriente de retratistas estupendos, de chavales muy jóvenes, además, que tiene su centro en Londres alrededor del BP Portrait Award. Allí, a alguien se le ocurrió poner en Facebook que retrataba gratis al primer médico o enfermera que le mandara una foto. Esto lo copiaron en España una pintora estupenda que se llama Irene Cuadrado y otro pintor fabuloso, Salvador Fuster. Yo lo copié en mi muro de Facebook y en menos de un segundo ya tenía yo qué sé cuántos. Hice el primero a Rubén García Gago, un médico de Alcañiz, y después salió otro, y otro, y otro más… Ahora ya no sé cuántos llevo pero seis o siete, seguro. Otros pintores también están haciendo esto, menos que yo, porque he cogido carrerilla.

— ¿Luego habrá exposición?

— Sí. Estoy preparando una exposición en la que los retratos van a ser una parte importante. He retratado a gente de mi pueblo, a herreros, carpinteros… gente trabajando en el sentido de una pintura que se nos ha ocultado. Soy un hombre, pictóricamente, bastante culto y descubro cada día tres o cuatro pintores soviéticos de los que nadie había oído hablar maravillosos. Los pintores rusos se nos han ocultado, en general, en la historia del arte. Los rusos se han ocupado mucho de pintar el trabajo y quiero recuperar el mundo del retrato, no por encargo, sino porque la gente está trabajando, porque cuando la gente trabaja tiene cierta belleza. Y en este caso, los sanitarios estaban trabajando.

— Además, menuda labor…

— Era gente trabajando, por eso yo creo que aplaudirles es casi un insulto. Págales más, pero qué es eso de aplaudir. Les podía hacer ilusión el primer día, supongo, y el segundo. Pero luego, cuando las cosas se repiten, quedan un poco ridículas. Si es espontáneo, sí, pero si todos los días a las ocho quedamos para aplaudir…

— ¿Cómo ha sido trabajar durante este tiempo de encierro?

— Estupendamente, siempre he estado confinado. Este oficio consiste en hacer una cosa que cuesta mucho dinero, porque lo valen los materiales, el mantenimiento… cuya frustración es enorme, porque si no eres un imbécil te comparas con los mejores pintores que en el mundo ha habido, Goya, Rembrandt... es decir, eres una mierda. Además, pierdes tu tiempo, tu dinero y tu energía en hacer algo que nadie te ha encargado y que nadie te va a comprar. Y si tienes la desgracia de que alguien te lo compre, entonces aparece el del 21% de IVA, el 15% de retención… es verdaderamente de locos.

— En lo creativo, ¿no ha afectado mucho el encierro entonces?

— Muy al contrario, ha sido muy positivo. En cuanto a proyectos, todos siempre están a punto de irse a hacer puñetas. Cuando tienes que exponer en un museo, basta que el director cambie para que se cargue la programación. Sí que tenía una exposición en junio que no se ha hecho y no sé si se hará, tengo otra en Montpellier en septiembre y a final de año, si todo va bien, expondré en el museo Goya de Zaragoza.