El término líquido, utilizado por el filósofo Zygmunt Bauman, ha calado en el argot de la casta política, que usa y abusa de él, de la misma forma que los seguidores de Bauman están plagiando con descaro su idea de la disolución ideológica y referencial de Occidente, como si la antaño brillante superficie intelectual y artística de España, Francia, Italia, etcétera, se hubiera tornado abrasiva por el ácido de la demagogia y por las amenazas antidemocráticas de la izquierda radical y de la extrema derecha...

El caso es que el adjetivo sustantivado líquido me ha venido a la cabeza a tenor de los pactos que estos días combinan los diferentes partidos de la España, más que de las autonomías, de los cantonalismos.

Como ya pasó en los Cantones de la I República, no rigen en los actuales pactos la norma estatal ni las normas de los partidos estatales, sino la excepción, el albur, la conveniencia y capricho de los dirigentes locales. Nada nuevo bajo el sol español, pues abunda en ejemplos nuestra historia. Ya en el XIX, el federalismo defendido por Pi y Margall brillaba sobre el papel, pero al aplicarlo sobre el barro de la realidad hizo borrones (y cuenta nueva con los Borbones).

En apariencia, los partidos centralistas se están esforzando estos días en centralizar sus decisiones pactistas, en aplicar una norma, una sola, y universal, a todas sus federaciones; pretendiendo mostrarse ante la opinión pública como instrumentos coherentes y lógicos de la gobernación, y no como una banda de oportunistas; presumiendo de cordura ideológica y respeto al votante, no de traficar con los votos; insistiendo en trabajar por la estabilidad del mapa institucional, no por su fractura... Para luego hacer, como de costumbre, lo que a cada uno convenga, en esa filosofía, tan hispánica, tan antigua, del sálvese quién pueda.

Así, en el alambre de los pactos veremos contorsiones de derecha a izquierda e izquierda a derecha, bilocaciones, estiramientos imposibles, volteretas y saltos mortales dobles o triples. Justificando nuestros gimnastas del poder sus acrobacias en base a continuar el espectáculo.

Que seguirá, pero solo hasta que se torne líquido o alguien lo liquide.