Elena Cortés, su nombre real, acaba de publicar su primera novela, ‘Puente’ (Libros indie) que ofrece un contrapunto al mito de la llamada generación ‘millenial’ de la mano de cinco amigos que se reencuentran.

—¿Cómo empieza esta aventura?

—Como se suele decir he escrito desde pequeña. Siempre he tenido momentos de querer rechazar esto pero al final siempre he vuelto. Nunca había logrado escribir nada tan largo como una novela, 300 páginas, y hace tres años estaba en un momento de crisis vital y me lo propuse. Además, enganché con una iniciativa que te empuja a escribir 50.000 palabras en un mes y de repente estaba ahí.

—¿Rechazaba la escritura?

—Cuando vi que ya no era un hobby, tenía momentos duros de replantearme si de verdad quería apostar por esto y escribir esto me ha servido para reafirmar que no todo es tan duro y que están esas luces que me hacen continuar.

—¿Puente es una reivindicación de una generación a la que la sociedad está maltratando?

—Mi intención era ahondar en la vida de estas cinco personas para mostrar que pueden ser vistos como insatisfechos, personas quejosas, como jóvenes que no sirven mucho a la sociedad pero tienen su vida interior, sus problemas...

—¿De ahí la primera persona?

—La elección del narrador en primera persona es para empatizar y conectar con la protagonista que narra la historia, con sus luces y sus sombras.

—Y se reflejan las contradicciones de vivir...

—La protagonista es una persona que se queja mucho de sí misma, está en un trabajo que no le gusta y quiere cambiar pero nunca hace nada para iniciar ese cambio, es una persona que se echa muchas piedras a la mochila. Lleva unos años metida en esa situación y está muy quemada y aunque trata de autoconvencerse de que está bien se da cuenta de que tiene que hacer algo.

—¿Tenía claro el tema?

—Cuando la empecé a pensar en verano fue en un momento de enfado, de ver cómo se había maltratado a esta generación a la que pertenezco y quería dedicar un espacio a hablar de esto.

—Para la construcción de personajes supongo que le habrán ayudado sus experiencias personales.

—Sí, experiencias mías y cercanas al 90%. Ha sido un proceso muy bonito porque aunque suene muy loco me han llevado de la mano los personajes. He cogido mucho de mí, de mis amigos, de personas con las que me he cruzado en mi trabajo… Yo escribo esto compartiendo un piso minúsculo en Madrid con cuatro personas.

—¿Escribir le sana?

—Con Puente ha sido una catarsis, empiezo la novela en un momento en el que estaba insatisfecha. Desde que terminé la novela, dejé ese trabajo, hice un master y me volví aquí. He aplicado cambios en mi vida.

—¿La novela es solo para una generación millenial?

—No, mi intención era poder arrojar comprensión de esta generación. Me gustaría que sirviera para que se mirara a esta generación con esa empatía que a veces falta.