Barbastrense, miembro de una saga bodeguera centenaria. En 2014, se lanzó como escritora con su primera novela. Repite con Gráficas Editores en la segunda, Si tuvieras que elegir, que ayer presentó en la Biblioteca de Aragón.

-Si tuviera que elegir.

-Mantendría todo lo que hago. Me encanta mi trabajo porque ser bodeguera es mi pasión. Y es del alma de donde salen mis novelas.

-El guiño tenía que ver con el título de su segunda novela, que presentó ayer en Zaragoza.

-Han sido cinco años de trabajo y una documentación muy exhaustiva. Es un canto a la libertad. Creé los personajes, cuatro mujeres luchadoras, y ellas eligieron su destino. Me gusta ser transcriptora de lo que eligen mis personajes.

-¿Ellas tienen voluntad propia?

-Yo quería escribir una historia de amor eterna pero mis protagonistas se negaron en redondo. Me dijeron: pero qué cursi eres. Dijeron: «Habrá amor, pero antes otras muchas cosas».

-Su novela habla de cuatro mujeres en cuatro tiempos diferentes. Noa, en la Prehistoria; Jiang Li, en la China del Gran Emperador; Hanna, en el Perú de los Emperadores; y Lía, en el Nueva York del siglo XXI. ¿Cómo las descubrió?

-Tenía claro que quería que fueran cuatro. Y, detrás de cada una de ellas hay años de trabajo de documentación, en el que muchísimas personas me han tendo que facilitar la tarea. Nieves, de la Comarca del Somontano, me guió por el legado prehistórico de Mallata, en la Sierra de Guara. He leído textos de frailes que contaban qué sentía el pueblo peruano cuando llegó Pizarro.

-Es un momento especialmente adecuado para una historia de mujeres.

-Sí, pero la historia nace mucho antes de este movimiento. Y también hay personajes masculinos importantes, porque yo soy de las que creo que en este camino nos tenemos que complementar. Lo que pasa es que yo soy mujer y la fuerza de ellas en las novelas me parece fascinante.

-Sin ánimo de hacer ‘spoiler’, el final me dejó el corazón en un puño.

-El final se me ocurrió a mitad de la novela. Y supe que tenía que trazar el camino para llegar a donde quería llegar. Fue una visión que las conecta a todas. Ese hilo conductor que le da sentido a todo no se descubre hasta el final.

-Intuyo que su primera novela, ‘El secreto de Kirchland’, sería más un divertimento. En esta segunda, le ha sumado más responsabilidad.

-¡Desde luego! Siempre pensé que la primera la escribía para mí. Y, con la segunda, había tantas posibilidades de que se publicara... La gente que me había leído me preguntaba.

-¿Cómo conviven en usted la empresaria y la escritora?

-Se llevan de maravilla. Pertenezco a una familia que lleva 125 años en la sangre. Somos los más antiguos del Somontano. Soy bodeguera y llevo 12 años organizando eventos y eso me da la posibilidad de conocer muchas gentes. Escribir ha sido algo no muy planeado pero siempre lo he hecho por placer. Lo que ocurre es que un día me lancé. Hoy, el brindis es obligado. Hay que buscar motivos para brindar.