Es uno de los exploradores polares más reconocidos a nivel internacional, avalado por los 33.700 kilómetros que ha recorrido por el Ártico y la Antártida sin ningún medio motorizado. La semana pasada estuvo en Zaragoza celebrando los 75 años de la empresa aragonesa Altus y hablando de su trineo de viento, el primer vehículo movido por energías renovables con el que logra moverse por los confines de la Tierra.

-¿No suena un poco antiguo eso de explorador?

-En los tiempos de Google Earth y de las naves en Marte suena un poco raro, pero tampoco sé muy bien qué término elegir en su lugar. He buscado otros, pero no he encontrado ninguno que se le parezca. Los otros términos podrían ser más lejanos aún.

-¿Es tan apasionante como parece?

-Hay ocupaciones menos apasionantes en el mundo seguro. Para mí es un privilegio. Es un mundo duro pero apasionante.

-¿Cómo se hace uno explorador?

-En mi caso fue una mezcla de azar y pasión. De pequeño ya me gustaba la montaña. Primero fui a una expedición a Islandia y luego atravesé el interior de Groenlandia, hace ya casi 35 años. A partir de ahí ideé una gigantesca expedición. Se trataba de ir desde Groenlandia hasta Alaska en trineo de perros y kayak, viviendo durante tres años en el Ártico. Está considerada la expedición geográfica española más relevante en el siglo XX y salió en la edición mundial de ‘National Geographic’. Ese fue el primer salto, aunque esa expedición la hice ya hace 30 años.

-¿De repente un día se dio cuenta de que iba a ser su profesión?

-De niño ya leía libros, tenía inquietud. Por eso me fui metiendo en líos diferentes. Fui al Polo Norte geográfico, al Polo Norte magnético y después hice este proyecto de trineo eólico. Su propio desarrollo me ha llevado a cruzar tres veces la Antártida por sitios que no se había pasado anteriormente y a hacer un montón de travesías por Groenlandia por todas las rutas posibles. Después de 35 años viajando puedo decir que me dedico profesionalmente a ello, llegando a zonas realmente remotas con un sistema de transporte muy novedoso. Todo es exploración, en el sentido de hacer cosas nuevas en lugares donde no ha habido nadie.

-¿El sistema de transporte novedoso al que se refiere es el trineo de viento?

-Sí. Es el primer vehículo eólico capaz de moverse por la superficie del hielo. Es un barco de vela con el que empecé hace 20 años, un proyecto que no había sido resuelto. Conseguí desarrollar una técnica, un sistema para navegar por hielo.

-¿Es un invento suyo?

-Sí, es único en el mundo. No hay más sistemas para navegar por el hielo.

-¿Ha explorado mucho en Aragón?

-En mis comienzos era un gran pirineísta. Allí di mis primeros pasos. Esas montañas en su momento las conocí mucho. Hoy vuelvo de vez en cuando, pero ya como un turista más.

-¿Cómo ha logrado recorrer más de 33.000 kilómetros sin ningún medio motorizado?

-En esquís, en trineo de perros, en kayak… Hay que tener constancia y muchos proyectos.

-¿Ha ido más al Norte que al Sur?

-Groenlandia es lo que más conozco. Ahora mismo vivo y trabajo allí, donde tengo una empresa de turismo. Para mí es un sitio familiar, además de más accesible y asequible que la Antártida.

-¿Qué le ofrece a los turistas que van a Groenlandia?

-Trekking suave, viajes con trekking. Vamos con unos campamentos moviéndonos por sitios espectaculares.

-¿Para gente aventurera?

-Sí. Es la manera de conocer de una manera fácil un país absolutamente impresionante que casi nadie conoce.

-¿Cuánto han cambiado los Polos en estos años?

-Han sufrido los efectos del cambio climático, que son sensiblemente más visibles que en otros lugares. El deshielo es más acentuado, los glaciares están retrocediendo, la banquisa es cada vez más líquida y menos helada, el permafrost se va derritiendo... Todo afecta. Cambian las corrientes marinas, las pautas de los animales. Hay una modificación completa.

-¿Se imagina cómo será la Tierra dentro de 100 años?

-Sí. El Ártico va a ser un sitio mucho más acogedor al estar medio libre de hielo. Zonas que están ahora mismo cerradas, que son increíblemente duras, van a ser amistosas. En las zonas templadas es donde se va a intensificar la desertización. Obviamente no se va a parecer en nada a lo que hay ahora, en cuanto al relieve, las pautas de los animales, la geografía…

-¿Quedarán esquimales?

-Seguro. No hay tanta gente que quiera ir a vivir allí, aunque con la mejora del clima no es descartable que aumente la población del Ártico. Lo que sí va a ser es un sitio mucho más central. Al liberarse el hielo del océano Ártico van a surgir el 30% de los recursos naturales que no han sido utilizados. Además, se va a convertir en una ruta transpolar de navegación y de carga. Ya están trabajando en ello y ya está empezando una medio competición por ver quién se hace con los recursos de ese mar. Ya hay una pequeña escalada de tensión.

-¿Qué es lo más increíble que ha visto en estos 35 años de explorador?

-Una base polar antártica que había sido abandonada hace 50 años y que permanecía intacta. Fue como hacer un viaje en el tiempo. Estaba todo tal y como se dejó en los años 60, cuando pensaban que iban a retornar. Es una base que está completamente sepultada en el hielo. De alguna manera es un lugar temible, como que da mucho respeto. Esa sensación de un mundo que no ha sido tocado.

-Suena a Guerra Fría.

-Sí, sí. Guerra Fría en estado puro, todo muy militar.

-¿Qué queda por explorar?

-Por conocer, visitar y explorar quedan muchísimas cosas en el mundo. Donde no hay que ir es a los grandes hitos, que han perdido interés. Me refiero a la montaña más alta, el lugar más no sé qué… Por supuesto que quedan cosas por explorar, aunque no se pueda comparar con el siglo XIX o finales del XVIII.